domingo, 13 de mayo de 2007

Las Antiguas Culturas del Cercano Oriente


LAS ANTIGUAS CULTURAS DEL CERCANO ORIENTE.

La civilización mesopotámica. El desarrollo mesopotámico coincidió cronológicamente con el de la cultura egipcia y presentó numerosas analogías con ésta, demostrando igual continuidad y vitalidad. Sin embargo, al mismo tiempo existieron también profundas diferencias. El país de los dos ríos careció de fronteras naturales y por eso no se pudo mantener aislado. Ya muy temprano surgieron en Mesopotamia tendencias expansionistas. Repetidamente, las fértiles llanuras fueron invadidas por los pueblos nómades de los territorios circundantes. En la historia de Mesopotamia se sucedieron los altos y bajos y numerosos pueblos se alternaron en el poder.

Las bases de la civilización mesopotámica fueron establecidas por los SUMERIOS que, hacia el 4000 a. C., ocuparon el sur de Mesopotamia. Aprendieron a controlar y aprovechar las crecidas del Éufrates y del Tigris y crearon numerosas Ciudades-Estados que se regían por un sistema teocrático en que el rey era, simultáneamente, supremo gobernante y sumo sacerdote. Inventaron la escritura cuneiforme.

Al norte de los sumerios se establecieron los ACADIOS los cuales adoptaron numerosos elementos culturales de aquéllos.
Hacia 2.500 a.C. las Ciudades-Estados fueron unidas por SARGON I, un invasor proveniente del norte, quien orgullosamente se intituló “señor de las cuatro partes del mundo”, es decir, rey del mundo entero. La idea del imperio universal no desaparecería de la historia.

Hacia 1760 a.C. HAMURABI, proveniente de Siria, logró establecer su dominio sobre toda la Mesopotamia inferior. Su capital fue la ciudad de BABILONIA, cuyo nombre se hizo extensivo a todo el territorio formado por Súmer y Acad.


El aporte más importante de Hamurabi a la civilización fue un código escrito de leyes. Este código tuvo el gran mérito de entregar al
Estado la responsabilidad por el cumplimiento de la ley, suprimiendo el derecho de venganza privada.

El imperio hitita. Los hititas habitaron la actual Turquía. Su más importante aporte a la civilización fue el invento de un procedimiento para fundir el hierro y usar este metal para fabricar armas y herramientas. El uso del hierro marca el
fin de la Época del Bronce y el comienzo de la EDAD DEL HIERRO (hacia 1100 a.C.)

Las nuevas armas permitieron a los hititas extender su dominio sobre Babilonia y Siria. Su avance más al sur fue detenido por los egipcios.

Hacia el 1200 empezaron a decaer tanto el reino hitita como Egipto. Ello permitió a varios Estados menores mantener su independencia y seguir su propio desarrollo.

Los fenicios crean un alfabeto. El período de coexistencia de varios Estados menores se prolongó desde 1200 hasta 750 a.C. Entre ellos se encontraban las ciudades fenicias, situadas en la faja costera al oeste de la montaña del Líbano. Los fenicios fueron activos comerciantes que recorrieron todo el Mediterráneo en cuyas costas fundaron numerosas colonias.

Su aporte más importante a la cultura fue el desarrollo del alfabeto, formado por veintidós letras consonantes. Los griegos adoptaron este alfabeto y le agregaron las letras que representan las vocales. De este alfabeto se derivaron todas las escrituras usadas hoy en Occidente.

La fe de los judíos en Yahvé, Dios Único. Otro de los reinos menores de aquel tiempo fue el de ISRAEL, cuya historia está relatada en la BIBLIA, el “Libro de los Libros”. El pueblo judío fue originalmente un pueblo nómade que, guiado por sus patriarcas Abraham, Isaac y Jacob, se dirigió desde Ur en Caldea a Palestina. Durante algún tiempo los judíos vivieron en Egipto.


Con el tiempo el dominio egipcio se hizo cada vez más duro. El libro Éxodo de la Biblia cuenta los sufrimientos que los judíos tuvieron que padecer en el país de los faraones. MOISES, un gran dirigente y legislador, condujo a su pueblo de vuelta a Canaán, la “tierra prometida”. En la península de Sinaí, YAHVÉ, Dios supremo y único, reveló a Moisés los Diez Mandamientos y concertó con el “pueblo elegido” una alianza en virtud de la cual Dios prometió su protección a los judíos quienes, por su parte, se comprometieron a servir a Yahvé y a vivir conforme a la ley mosaica. En Canaán los judíos se hicieron sedentarios. Tuvieron que sostener duras luchas con los filisteos. En el curso de estas guerras Saúl unió las doce tribus judías y se erigió en rey. Bajo los reyes DAVID (1000-960 a.C.) y SALOMÓN (960-927), el pueblo judío alcanzó su máximo esplendor. Salomón construyó en Jerusalén, la capital del reino, un gran templo en honor a Yahvé. En éste, se instaló el Arca de la Alianza con las Tablas de la Ley en que estaban inscritos los Diez Mandamientos.

La importancia del pueblo judío en la historia universal no estriba en sus acciones políticas o económicas, sino en la religión. En agudo contraste con las religiones politeístas de los demás pueblos, el pueblo judío profesó el monoteísmo, la creencia en un solo Dios.

Dios se reveló primero a los patriarcas y, luego, a Moisés. En la península de Sinaí Dios se apareció a Moisés y se llamó a sí mismo Yahvé, esto es, “Yo soy”. Yahvé se dio a conocer como el Ser y como creador de todo lo que es. Es Dios único: “Yahvé es Dios, en lo alto del cielo y abajo en la tierra y no existe ningún otro”. “Yo soy Dios y ninguno es semejante a mí”.

Para honrar a Yahvé, los judíos practicaban determinados ritos y celebraban varias fiestas religiosas entre las cuales la más importante era la fiesta de la Pascua en que se inmolaba el cordero pascual en conmemoración de la salida de Egipto y de la liberación del pueblo judío. Sin embargo, la verdadera piedad debía estar en el corazón del creyente y no en los ritos externos. “Yo amo la piedad y no los sacrificios”.

Esta religiosidad espiritual implicaba, a la vez, una elevada moralidad. Los diez mandamientos debían servir de base para practicar el bien. Yahvé era un dios de la justicia que inspiraba la acción justa y castigaba el crimen. “Quitad de mi vista la maldad de vuestras acciones; acabad de hacer el mal; aprended a hacer el bien; buscad la justicia; proteged al huérfano; defended a la viuda”.

La alianza entre Yahvé y el “pueblo escogido” obligaba a éste a seguir en todo momento los mandamientos divinos. Sin embargo, los judíos muchas veces desobedecieron, cayeron en la idolatría y veneraron “el becerro de oro”. Por eso los judíos fueron castigados y en su historia abundaron los infortunios. Después de los días de esplendor bajo David y Salomón se produjo la división y se formaron dos reinos separados: ISRAEL, al norte, con la capital Samaria, y JUDÁ, al sur, cuya capital fue Jerusalén. El reino de Israel fue destruido por el emperador asirio Sargón II (721 a.C.) y su población fue dispersada. El reino de Judá fue conquistado en el año 587 a.C. por el rey babilónico Nabucondonosor quien llevó a gran parte del pueblo judío a Babilonia. El rey persa Ciro puso fin al “cautiverio babilónico” y permitió a los judíos volver a su partida donde reconstruyeron Jerusalén y su templo (539 a.C.). Finalmente los judíos tuvieron que someterse al rey HERODES (40 a.C. – 6 d.C.) que les fue impuesto por Roma. A la muerte de Herodes, Judea, fue convertida en provincia romana.

En los momentos más críticos de la historia judía surgieron hombres extraordinarios de gran fuerza espiritual, los PROFETAS, quienes, sintiéndose poseídos por Dios, comunicaban a su pueblo las palabras que Yahvé ponía en su boca. Recriminaban a los judíos sus crímenes y pecados, pero, a la vez, mantenían encendida la luz de la esperanza anunciando que algún día llegaría el Mesías, el ungido del Señor, que salvaría a Israel.

A través de los siglos siguen sonando las palabras del profeta Miqueas: “Se te ha dado a conocer, oh hombre, lo que es bueno, lo que Yahvé de ti reclama. Esto es: practicar la justicia, amar la misericordia, y caminar humildemente con tu Dios”.

El imperio asirio: Hacia el año 750 a.C. terminó el período caracterizado por la formación y la coexistencia de varios reinos menores. Los siglos siguientes quedarían determinados por los imperios universales.

Los asirios extendieron su dominio desde Asiria, en el valle superior del Tigris, sobre toda Mesopotamia, Siria y Palestina. En el año 671 el emperador Assarhadón triunfó sobre Egipto y pasó a ocupar el trono de los faraones. El imperio asirio se extendió desde el valle del Nilo hasta Irán, el más extenso que hasta entonces se había visto en la historia.

Los asirios tuvieron fama de valientes guerreros. Pero fueron crueles y sanguinarios y basaron su dominio en el terror. Los pueblos sojuzgados odiaron a sus amos y finalmente se levantaron contra ellos. La caída de NÍNIVE, la capital asiria, En el año 612 a.C., fue saludada en todas partes con inmenso júbilo.

El fin del imperio asirio fue seguido por el resurgimiento de Babilonia donde hizo su aparición el PUEBLO CALDEO. El rey NABUCODONOSOR (605 – 662 a.C.) creó el imperio caldeo neobabilónico y conquistó Judá. Reconstruyó la ciudad de Babilonia con la mayor magnificencia y creó para su mujer Semíramis los JARDINES COLGANTES, una de las siete maravillas de la Antigüedad. Pero también al imperio neobabilónico le llegó su turno. En el año 539 a.C. Babilonia cayó bajo el dominio de los persas.

En Asia Menor, surgió en el siglo VI el reino de LIDIA, cuyos habitantes, activos comerciantes, usaron como medio de pago el oro y la plata que se encontraban en forma abundante en los ríos del país. Hacia el 600 a.C. descubrieron que era más ventajoso acuñar MONEDAS que, por su peso y tamaño, tenían un determinado valor. Luego el uso de la moneda se propagó por todos los países civilizados. El invento de la moneda acuñada tuvo importancia histórica fundamental, ya que permitió superar las limitaciones de la economía natural basada en el trueque y facilitó el intercambio, la división del trabajo, la producción de excedentes, la acumulación de capitales, la actividad empresarial y la remuneración de los servicios. El rey CRESO se hizo famoso por su riqueza. Hasta la fecha se dice de un hombre muy rico que es “un Creso”. En el año 546 Creso fue derrotado por los persas y Lidia fue convertida en satrapía.

El imperio persa. En el curso del tercer milenio se establecieron en Irán los MEDOS y los PERSAS, pueblos de origen indoeuropeo. Los medos ayudaron a destruir el imperio asirio y crearon un reino poderoso que incluía a los persas. Luego éstos se levantaron contra los medos y asumieron la dirección. Bajo el mando de tres grandes emperadores, CIRO EL GRANDE (558 – 529), CAMBISES (529 – 522) y DARIO (522 – 486), los persas conquistaron Lidia, Mesopotamia, Siria, Palestina y Egipto, reuniendo bajo un solo cetro a los centros más antiguos de la civilización humana. Darío y su hijo Jerjes fracasaron en su intento de extender su dominio sobre Grecia. El gigantesco imperio persa se mantuvo hasta su conquista por Alejandro Magno en el año 331 a.C.

El emperador persa se intitulaba “rey de reyes”. Su gobierno tuvo carácter absoluto y aún despótico, como todas las monarquías orientales. Sin embargo, los emperadores persas se esforzaron por ser justos y por fomentar el bienestar de sus súbditos. Esta política se inspiró en las doctrinas religiosas del sabio ZOROASTRO (siglo VII) quien enseñaba que el hombre debía seguir a ORMAZD, dios de la luz y del bien, y luchar contra AHRIMÁN, dios de la obscuridad y del mal. La lucha entre el bien y el mal era la ley de la historia. Al final de los tiempos Ormazd triunfaría sobre Ahrimán y llevaría a cabo el Juicio Final para enviar a los justos al cielo y a los malos al infierno.

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