domingo, 13 de mayo de 2007

Colbert y el mercantilísmo francés.


Colbert y el mercantilismo francés.
Entre los siglos XVII y XVIII, se desarrolló una doctrina económica conocida con el nombre de mercantilismo, que sostenía que las naciones alcanzarían la riqueza, si lograban acumulación de metales preciosos, despreciando la moneda como manifestación de riqueza, tarea en la que el estado debía involucrarse de manera activa.
De tal manera, propiciaban la intervención del estado en la economía, como un poder más, entre los tantos que ejercía, en el marco del absolutismo monárquico.
Para lograr ese objetivo, los estados deberían reforzar las exportaciones de productos, mediante el fomento de las industrias, para vender manufacturas, pagaderas en oro o en plata.
La implementación de estas ideas fue diferente debido a la distinta situación de los diferentes estados.
España, obtenía de sus colonias en América los metales preciosos, y se propuso atesorarlos en forma de lingotes. Su política exportadora tenía como objetivo proteger dichas reservas.
Francia, sin embargo, carecía de oro, por lo cual tenía que adquirirlo del mercado externo, y hacia ese fin se dirigió su meta.
El mercantilismo francés encontró su manifestación máxima en Jean Baptiste Colbert, que lo desarrolló con improntas personales, trascendiendo con la denominación particular de colbertismo, el sistema económico mercantilista desarrollado en ese país.
Había nacido en Reims en 1619 y su familia se dedicaba al comercio textil.
Fue ministro de Luis XIV, y en tal carácter impulsó la economía francesa al desarrollar la industria local con el objetivo de adquirir oro, producto del que Francia carecía.
Su obsesión por el desarrollo fabril llegó al extremo de otorgar prerrogativas a las familias numerosas, ya que aportarían a través de su descendencia, la mano obrera que el pujante estado necesitaba.
Sin embargo, la protección no estaba dirigida a la clase trabajadora como fin en sí misma, sino como medio para la industrialización, ya que se prohibió la emigración de obreros, que podían ser despedidos sin expresión de causa.
Estimuló el ingreso de mano de obra extranjera, como alemanes, suecos, holandeses e italianos.
Las fábricas eran su máxima inquietud, ya que mediante ellas, se restringirían las importaciones y serían fuente de ingresos a través de las exportaciones. A tal fin les otorgó franquicias, subvenciones y préstamos sin interés.
Creó varias factorías estatales, como los famosos talleres Gobelinos de París.
Su idea era el crecimiento francés en desmedro de los países vecinos, sobre todo, de Holanda, para lo cual estableció fuerte tarifas aduaneras, entre las que se destacó la “Tarifa de 1667”, que significó con respecto a Holanda una virtual declaración de guerra económica.
Fomentó el comercio, creando compañías comerciales y desarrollando una fuerza naval mercante.
Incrementó las comunicaciones internas, no tanto por vía terrestre, sino fluvial, y en la construcción de canales, por ejemplo, unió el Mediterráneo y el Atlántico a través del Canal des Deux Mers, terminado en 1681.
En la contabilidad pública, sistema por él desarrollado, mostró su metodicidad al organizarla en tres libros, uno de entradas, otro de salidas y otro de fondos.

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