domingo, 13 de mayo de 2007

Apuntes básicos sobre los orígenes de la humanidad y las primeras civilizaciones.
·
Mesopotamia
· Baja Mesopotamia
· Alta Mesopotamia
· La organización política de las ciudades estados a los imperios
· La economía: agricultura, canales y tributos
· La sociedad: libres o esclavos
· El código Hamurabi y la Ley del Talión
· La espiritualidad, una multitud de dioses
· Expresiones artísticas
· La escritura cuneiforme

Este estudio se basa en los estudios arqueológicos realizados.
Austrolopitecus: simio sudafricano, este primate evolucionó en África oriental entre 3,7 y 1,5 millones de años. Su postura era levemente inclinada y se dedicaba a la caza, sin organizarla debido a su poco
desarrollo intelectual.
Homo erectus: apareció hacia 2 millones de años atrás en la
india y en África, su andar ya fue erecto y tuvo un importante desarrollo de su cerebro, recorrió largas distancias.
Pudo controlar el fuego, fabricar
herramientas y organizar las acciones de caza.
Hombre de Neandertal: se lo encontró en
Europa cerca del 200000 a.C. Su nombre se debe al lugar donde fueron encontrados en una cueva en lo que hoy es Alemania. Pudo sobrevivir a la última glaciación desarrollando técnicas de caza y abrigo.
Homo sapiens sapiens: los restos más antiguos hallados de este
hombre datan 100000años atrás, aunque su plenitud se da entre 80000 y 40000 años atrás. En su conformación no se notan restos de características primates, ya estaba capacitado para hablar.
Los primeros eran recolectores, cazadores y podían expresarse artísticamente (pinturas rupestres) y crear
armas y herramientas.
Su nombre está dado a la capacidad de pensar que este hombre poseía.
Mesopotamia
Ciudades e imperios entre el Tigris y el Éufrates.
Las condiciones geográficas de una región "abierta"
Mesopotamia: del griego: meso= medio, pótamos= ríos o sea entre ríos. Es la región del Cercano Oriente ubicada entre el Éufrates y el Tigris.
Estos ríos favorecieron el desarrollo de los pueblos en esta zona debido a la fertilidad del
suelo, también como el Nilo tiene un período de desborde, lo que obligó al ser humano a dominar las crecidas.
Esta zona, por su ubicación geográfica fue el paso de muchos pueblos. Limita al Oeste con los desiertos de Siria y Arabia, al Norte los montes de Armenia, el Tigris y el Éufrates, al Este Irán y al sur el Golfo Pérsico.
Así como
Egipto pudo desarrollarse de un modo aislado por su ubicación geográfica la Mesopotamia era un lugar de tránsito permanente, de dominaciones, en general de pueblos semitas procedentes del desierto arábigo.
En la Mesopotamia pueden distinguirse 2 zonas:
Al sur la Baja Mesopotamia (más tarde Caldea), con
suelos muy fértiles, ocupada por distintos pueblos como los sumerios, en la zona media se ubicaron los acadios luego llegaron otros pueblos como los amorreos y caldeos.
Al Norte Alta Mesopotamia o Asiria zona montañosa, mal
clima y poca vegetación, allí vivieron los asirios.
BAJA MESOPOTAMIA
Sumerios habitaron entre el 4000 y el 3000 a.C. establecieron bases sociales y económicas, en el norte de la Mesopotamia había habitantes prehistóricos, no habitaban la zona sur por miedo a las inundaciones, pero los sumerios conocían técnicas para controlar las crecidas y construyeron canales y se establecieron en la zona mas fértil.
Podrían proceder de
Asia Central y llegaban unos pocos del pueblo y luego se trasladaban todos. Se dividían en múltiples ciudades- estados Eridu, Ur, Uruk, Larsa, Lagash, Umma, Nippur y Kish.
Ellos fueron los creadores de la escritura cuneiforme.
Acadios se ubicaron en el norte de la Baja Mesopotamia, allí fundaron ciudades que luego rivalizarían con los sumerios.
Organizaron el primer
estado unificado de la Mesopotamia, Sargón I organizó a los guerreros y destruyó Uruk, luego conquistó a las otras ciudades, se creaba el primer imperio que duró alrededor de 100 años (2350 a 2250 a.C.) hasta que las revueltas internas no pudieron detener las invasiones de otros pueblos sobre esta zona como los tuteos.
Amorreos o antiguos babilonios se ubicaron en el norte de la Baja Mesopotamia, su origen era semita, pueblo de pastores de cabras y ovejas, fundaron Babilonia que más tarde se convirtió en el centro político de la Mesopotamia.
El reinado de Hamurabi (1728 a 1686 a.C.) expandió el
dominio de los amorreos por todo el sur de la Mesopotamia, el código Hamurabi es recordado como uno de los documentos mas antiguos de leyes escritas, la disolución del imperio comenzó con el hijo de Hamurabi y la invasión de los pueblos del norte conocidos como indoeuropeos (los hititas) que con sus armas de hierro y su caballería, en el 600 a.C. saquearon Babilonia y luego se retiraron.
Los casitas se instalaron en la zona permaneciendo allí por 3 siglos, luego Babilonia cayó en manos de los asirios.
Caldeos asentamiento en el norte de la baja Mesopotamia, durante la dominación asiria un
grupo de semitas, los caldeos se instalaron en Babilonia se unieron con los medos para desalojar a los asirios y luego repartirse las tierras.
Uno de los jefes militar de los caldeos Nabopolasar, formó en el siglo VII a.C. el Nuevo Imperio Babilónico. Su sucesor Nabuconodosor II extendió el imperio por Siria y Fenicia y llegó cerca de Egipto, se lo recuerda porque tomó la ciudad de Jerusalén en esta época se construyeron en el palacio de Babilonia hermosos "jardines colgantes de Babilonia" que fueron una de las siete maravillas del mundo.
Al final del reinado de Nabuconodosor II decayó el
poder y los persas de Irán invadieron la zona y la incorporaron a su imperio.

ALTA MESOPOTAMIA
Asirios se ubicaron en el Tigris superior, este pueblo estaba formado por población indígena y semitas, eran guerreros. En un principio solo se defendían de los invasores, luego adoptaron las armas de ellos y comenzaron su política violenta y expansiva en nombre de Azur, su dios.
Su apogeo fue durante el rey Sargón II (722 al 705 a.C.). Luego con el rey Assurbanipal formaron un gran imperio, dominando a Babilonia, Siria, Palestina e inclusive Egipto.
Los asirios eran muy violentos y dominaban todo por medio del terror, violaban, saqueaban y mataban esto despertó mucho odio en los pueblos y los caldeos y persas se unieron para derrotarlos y pusieron fin a su imperio, iniciándose así el resurgimiento de Babilonia en la Mesopotamia.

LA ORGANIZACIÓN POLÍTICA DE LAS CIUDADES ESTADOS A LOS IMPERIOS
Los sumerios organizaron las ciudades-estados que giraban en
torno a un templo en donde estaba el príncipe sacerdote que gobernaba a toda la población, la política y la religión estaban íntimamente relacionadas. El patesí no era un dios pero era el representante de él en la tierra.
Luego con la expansión se hizo más dificultosa
la administración y el patesí pasó a ocuparse exclusivamente del culto y los jefes militares, convertidos en reyes desempeñaron las demás funciones. Estos reyes mantuvieron las ciudades-estados con independencia una de otra en el aspecto y unidas por la cultura, las creencias y el lenguaje.
Los acadios organizaron el primer imperio o estado unificado de la Mesopotamia, su poder era reconocido por todas las ciudades y el rey vivía en un palacio con mayor poder que el sacerdote, los reyes más poderosos de la Mesopotamia fueron asirios, luego Hamurabi organizó mejor el imperio con los guerreros organizó un ejército de defensa de la zona.
El rey era tirano, vivía rodeado de cortesanos y gobernaba sin límite alguno.

LA ECONOMÍA: AGRICULTURA, CANALES Y TRIBUTOS.
La agricultura era la base de la economía de la Mesopotamia y solo era posible a los perfectos canales en
red que idearon los sumerios y que sirvieron como modelo para el siglo XX. Los productos más importantes fueron el trigo, la cebada y los dátiles.
En torno al templo se desarrollaba toda la vida, se rendían los tributos, se reunían los artesanos, se almacenaban los granos, se rendía culto a los dioses, se administraba
justicia y educación.
La organización de la Mesopotamia era igual que la egipcia: tributaria, se exigían
impuestos y se llevaba registro de lo producido para evitar la evasión.
Al ser un pueblo agrícola y por la zona que habitaban no tenían
madera, piedras ni metales los que conseguían por medio de trueque con otros pueblos como fenicios.



LA SOCIEDAD: LIBRES O ESCLAVOS
En el código Hamurabi se ve la primera distinción entre libres y esclavos, a diferencia que en Egipto, aquí había muchos que eran prisioneros de
guerra.
Entre los hombres libres se distinguían 3 clases:
Los
grupos dirigentes: era el rey, los sacerdotes, los jefes militares era el grupo privilegiado y poseían tierras.
Los comerciantes y artesanos: llegaron a destacarse en la sociedad ya que se enriquecieron gracias el intercambio, se encargaban del
comercio y trabajaban al servicio del rey y particularmente también.
Los agricultores: era el grupo mayoritario ya que su economía se basaba en la agricultura en un principio trabajaban para el rey luego tuvieron parcelas propias.

EL CÓDIGO HAMURABI Y LA LEY DEL TALIÓN
El código Hamurabi nos permite conocer las costumbres de la vida en la Mesopotamia, como se impartía justicia y los castigos (ojo por ojo, diente por diente) o sea que se hacía justicia aplicando una pena semejante al que la cometió. Era muy común la
pena de muerte.
La
familia era monogámica, no podían casarse los hombres y mujeres libres. En el caso de adulterio el marido podía matar a su mujer.
El esclavo podía formar familia entre ellos.

LA ESPIRITUALIDAD, UNA MULTITUD DE DIOSES
Adoraban a muchos dioses relacionados con los
procesos naturales de brotar, florecer y desaparecer o sea con el ciclo de la vida.
Inanna (diosa madre de la
tierra y la fertilidad y el amor se casaba con Dumuzi (el pastor divino, protector de rebaños y dios de la vegetación se casaban todos los años y esta unión daba la nueva vida, esta boda se realizaba en primavera en el antiguo Sumer, los dioses eran representados por un sacerdote y una sacerdotisa.
Otros dioses eran Enlil señor del viento y la tempestad, Marduk dios creador y bienhechor de Babilonia que llegó a convertirse en el dios de Mesopotamia, los
poemas sobre héroes, los héroes eran semidioses transición entre el hombre y dios. Entre estos poemas está la epopeya de Gilgamesh un sabio que luchó para alcanzar la inmortalidad de todos los hombres.
La adivinación también era una costumbre en estos pueblos, se analizaban las viseras del animal sacrificado, también presagiaban el futuro según las formas de las nubes o los movimientos de los astros, se los considera inventores del horóscopo porque hacían presagios según la fecha de nacimiento y la posición de los astros.
Realizaban procesiones, fiestas estaciónales y consultaban los oráculos.
Pese a que creían en el más allá no construyeron grandes tumbas sino que los muertos eran enterrados en los jardines de las casas o debajo de las habitaciones.
Expresiones artísticas
Los sumerios consideraban que las expresiones artísticas eran expresiones de los dioses, por eso el arte y la religiosidad estaban vinculadas. Se destacaron en la construcción de templos que eran varias construcciones relacionadas, en la parte superior estaba el zigurat que era una torre escalonada con varios pisos de distintos colores donde, según los mesopotámicos vivía el propio dios.
También construyeron grandes palacios para los reyes, rodeados con fortificaciones y a modo de guardias disponían esculturas de
animales en las puertas.
Al no tener piedra como en Egipto para la construcción usaban ladrillo crudo y para realzar la construcción cubrían las paredes con relieves y esculturas.

La escritura cuneiforme
Los sacerdotes eran los que tenían acceso al
conocimiento, desarrollaban la astronomía debido a la importancia que le daban al destino del hombre.
Crearon un calendario con 12 meses lunares e inventaron un
sistema de pesas con base 60.
Pero sin dudas el mayor aporte cultural fue la escritura cuneiforme, este nombre lo lleva por la forma de cuña que tenían sus signos.
Los grabados se realizaban con una caña o hueso sobre una tablilla de arcilla que luego se dejaba secar al sol o se cocinaba.
Esta escritura fue desarrollada por los sumerios, luego la utilizaron los asirios y los babilónicos.
Con este importante instrumento se pudo desarrollar la
literatura creando fábulas de animales, cartas y poemas a los dioses y consejos escritos de padres a hijos.

La primera civilización: la sumeria
Durante el cuarto milenio a.C., el sur de Mesopotamia fue invadido y poblado por los sumerios, provenientes probablemente de la India o de Asia central.
Este pueblo logró manejar las inundaciones que se producían anualmente en abril y mayo, a raíz de los deshielos en las altas montañas de Armenia. Secaron los pantanos, construyeron diques y crearon canales para regar los campos, convirtiendo las llanuras en un fértil huerto. Producían cereales y toda clase de frutas y legumbres.
Otra de las creaciones sumerias fue la rueda, que surgió aproximadamente el 3.500 a.C.
Cuatrocientos años más tarde, en el 3.100 a.C., alcanzaron su máximo apogeo con la invención de la escritura cuneiforme y la fundación de ciudades que se constituyeron en estados independientes. La principal de ellas fue Ur. En el centro de cada ciudad se ubicaba el templo del dios local, a quien le otorgaban la soberanía de la ciudad y el dominio de las tierras y el ganado. De hecho, los campesinos debían entregar parte de su cosecha en el templo.
El gobernante de la ciudad, el Patesi, era el representante del dios, y como tal tenía la misión de proteger el templo, cuidar la paz, preservar la justicia y preocuparse de la mantención de canales y diques.
Nace el comercio
Los sumerios desarrollaron un activo comercio basado en el trueque -que consistía en el intercambio de bienes de acuerdo a las necesidades de las partes-, que los llevó hasta el Asia Menor, el sur de Rusia y la India. Esto, porque para sus construcciones solo disponían de madera de palma, totora y ladrillos, debiendo importar piedras, cobre, oro y plata.
Eran muy exactos en sus operaciones comerciales, ya que extendían un documento escrito sobre cada negocio de cierta envergadura. Con el tiempo, el trueque se hizo ineficiente, por lo que decidieron intercambiar sus productos por lingotes de oro y plata, cuyo valor era reconocido en todas partes.
Los reyes ponían un sello a las barras de metal para asegurar su peso y ley -calidad-. Así, crearon el concepto de moneda, que al resultar tan útil fue imitado por otros pueblos.
La unidad de peso era el talento, y las de medidas, el pie y la docena. Esas unidades de peso y medida se utilizaron durante toda la antigüedad.
La invasión de los Acadios
El rico y fértil país de los sumerios atrajo a los pueblos nómades de los desiertos y las estepas. Desde el interior de la península arábiga, las tribus semitas -árabes, hebreos, sirios- invadieron periódicamente Mesopotamia a partir del 2500 a.C., estableciendo su dominio. Se hicieron sedentarios y acabaron por fundirse con la población anterior. Finalmente se establecieron al norte del país del Súmmer o Sumeria.
Los invasores se sometieron ante la cultura superior de sus predecesores, pese a que finalmente los sumerios dejaron de existir.
El mayor esplendor acadio fue durante el reinado de Sargón I (2334-2279 a.C.), que creó el primer gran imperio semita, al unificar las ciudades-estado sumerias y fundar la ciudad de Accad, cuyo nombre se hizo extensivo a toda la región. Además, logró extender su dominio hasta el Mediterráneo, por el oeste, y los montes Zagros, por el este.
El poderío acadio decayó como consecuencia de las invasiones de los guti y los amoritas, procedentes de las montañas del norte. Cuando fueron expulsados, la cultura mesopotámica renació con la dinastía III de Ur, entre los años 2112 y 2004 a.C.
Escritura cuneiforme
La escritura cuneiforme, palabra que significa en forma de cuña, es quizás el principal logro de los sumerios, ya que marca el término de la Prehistoria y el comienzo de la Historia. Su invención, alrededor del 3100 a.C., suele considerarse contemporánea a la fundación de las ciudades sumerias.
Desarrollada mucho antes que los jeroglíficos egipcios, tuvo en un comienzo un carácter ideográfico (representaba una idea) y se usaba en los templos para registrar bienes e ingresos. Escribían sobre tablillas de arcilla blanda de alrededor de 10 cm, utilizando un palo fino que adelgazaban en la punta. Cuando la arcilla se secaba, era cocida en hornos para que quedara firme y no se borrara lo escrito.
Como resultaba más fácil trazar líneas rectas, con el tiempo se simplificaron los ideogramas figurativos a signos similares a cuñas o clavos que representaban sonidos.
La escritura cuneiforme fue adoptada por todos los pueblos que poblaron la región y también por los vecinos. En el segundo milenio a.C. llegó a ser usada por toda el Asia occidental.
Las excavaciones arqueológicas modernas efectuadas en los asentamientos sumerios, entre ellos Eridú, Kish, Uruk, Lagash y Ur, permitieron encontrar casi medio millón de documentos. Esto, porque los sumerios tenían verdaderas bibliotecas, que fueron continuadas y enriquecidas por los otros pueblos mesopotámicos que adoptaron esta forma de escritura.
Muchas de estas tablillas son inventarios o registros de transacciones; otras contienen listas de reyes, algún relato literario y diferentes temas religiosos, gramaticales o científicos. Las demás tienen un incalculable valor histórico: hablan de disputas y guerras entre las ciudades y reyes de Súmmer.
Esta escritura fue descifrada en 1809 por el profesor alemán Jorge Grötefend. Sin embargo, su trabajo no tuvo mayor repercusión. Recién en 1837 el inglés Henry Rawlinson redescubrió el secreto de los signos cuneiformes. Gracias a la labor de ambos se han podido conocer muchos detalles de la culturas mesopotámicas y las demás civilizaciones del Asia occidental.

Babilonia y el código de Hammurabi
Hacia el año 2000 a.C. llegaron nuevas oleadas de semitas, lo que provocó una nueva fragmentación de Mesopotamia en diferentes ciudades-estado. Uno de sus reyes fundó la ciudad de Babilonia, a orillas del río Éufrates, e impuso su hegemonía, convirtiéndose en el centro del imperio. El nombre de Babilonia fue aplicado a todo el territorio ocupado por los antiguos reinos de Súmmer y Accad.
Alrededor del 1700 a.C., el rey Hammurabi pudo vencer a los príncipes rivales y fundar un gran reino, en el que ejercía todo el poder y gobernaba por medio de funcionarios. Durante su gobierno, Babilonia se convirtió en el principal centro de comercio de Asia occidental.
Al mismo tiempo que se constituía el imperio babilónico, alrededor del 2000 a.C. llegaron varios pueblos indoeuropeos a Asia Menor, adoptando la lengua y creencias religiosas de sus anteriores habitantes; incluso empezaron a mezclarse. De este proceso, surgió el pueblo hitita, que fundó un poderoso imperio y extendió su dominio sobre los pueblos vecinos. Hacia el 1600 a.C., un rey hitita saqueó y destruyó la ciudad de Babilonia.
Las primeras leyes
Durante el gobierno del rey Hammurabi se elaboró el primer código de leyes escritas que se conoce en la historia de la Humanidad. El código de Hammurabi, conocido por la célebre sentencia “ojo por ojo, diente por diente”, estaba conformado por 282 leyes y decretos.
Para elaborar el código, este rey recopiló todas las leyes civiles y penales existentes y las mandó grabar en columnas de piedra de más de dos metros que se distribuyeron en todo el reino. En la parte superior, en un relieve, está el dios del Sol, Shamash, señor de la justicia que habría dictado los decretos a Hammurabi.
Las primeras palabras definen el objetivo del código: “Para humillar a los malos e injustos e impedir que el poderoso perjudique al débil; para que toda persona perjudicada pueda leer las leyes y encontrar justicia”.
Las leyes eran sumamente duras y establecían la pena capital para algunos delitos menores, aunque hacía diferencias en las sanciones dependiendo de si el agredido era o no un vecino distinguido.
Algunas de las sentencias de este código:• Si un ciudadano acusa a otro de homicidio, pero no puede demostrarlo, entonces el que lo acusó será muerto.• Si un niño ha pegado a su padre, a ese niño se le cortarán las manos.• Si un hombre ha destruido el ojo a un hombre libre, a él también se le destruirá un ojo.• Si ha roto un hueso al otro, a él se le romperá un hueso.

Los asirios: destrucción y conquista
A partir del 1250 a.C. tomaron posesión de Mesopotamia los asirios, de origen semita, que se establecieron al norte de Babilonia, en el valle superior del Tigris. Este pueblo era belicoso, cruel y feroz. Sus capitales fueron Nínive y Assur, ubicadas cerca del río Tigris.
Los reyes asirios estaban convencidos de que su misión era someter al mundo a su dios Assur. En sus mensajes a él, rendían cuentas de las campañas que habían realizado en su nombre y en su honor. Creían que podían alegrar y aplacar sus iras si aplicaban crueles castigos a los derrotados.
Arrasaron con los pueblos, devastaron países enteros, enviaron al cautiverio y al exilio a millares de personas y sembraron en todas partes el terror y la muerte.
El imperio asirio alcanzó su mayor apogeo alrededor del 700 a.C., cuando se extendía de Armenia hasta Egipto y desde el Asia Menor hasta Irán y el golfo Pérsico por el sur. El emperador era gran rey de Asiria, rey de Súmmer y Accad, soberano de los reyes y príncipes sirios, cananeos y judíos y, desde el año 671 a.C., ocupaba el trono de los faraones.
El último de los grandes emperadores asirios fue Assurbanipal, quien fomentó las artes y letras, hizo construir magníficos templos y palacios y formó una gran biblioteca donde reunió, escritos en signos cuneiformes sobre tablillas de arcilla, los documentos más importantes de las civilizaciones sumerio-acadia, babilónica y asiria. Las ruinas y los escritos fueron encontrados por los arqueólogos bajo la ciudad de Nínive.
El imperio asirio, por sus características, basado en el terror y la violencia y, además, cobrador de altos tributos, no podía durar. Entre los pueblos reprimidos empezó a crecer el odio y la oposición. El rey de la ciudad de Babilonia se unió con el pueblo indoeuropeo de los medos, quienes desde la meseta de Irán ingresaron a Asiria. En el año 612 a.C. cayó la capital, Nínive; sus lujosos palacios y templos fueron incendiados. Sardanápalo, el último rey de Asiria, se lanzó a las llamas.
El método de dominación
Los asirios luchaban continuamente para mantener a los distintos pueblos bajo su dominio. Para demostrar su poder, destruían completamente las ciudades capturadas y las tierras de cultivo que las rodeaban; se llevaban sus tesoros como botín y a sus habitantes los mataban o hacían prisioneros. La mayor parte terminaba como esclavo; el resto era enviado a otras ciudades para que contaran lo que habían sufrido, con el fin de evitar rebeliones.La infantería estaba armada con arcos, flechas, ondas y lanzas, mientras que la caballería usaba arcos y lanzas. Los carros de guerra, tirados por caballos, llevaban un conductor, un arquero y un soldado con escudo. También contaban con torres portátiles con ruedas para el asalto, que tenían espacio para los arqueros.Cuando atravesaban ríos, los soldados cruzaban sujetos a pieles infladas, los caballos nadaban y los carros se llevaban en pequeñas embarcaciones circulares.


Los neobabilónicos
La ciudad de Babilonia resurgió con la tribu semita de los caldeos, cuando fue refundada por Nabopolasar a fines del siglo VII. Por este pueblo, la región recibió el nombre de Caldea, que aparece en los textos bíblicos.
Uno de sus reyes más importantes fue Nabucodonosor II “el Grande” (605-562 a.C.), quien reconstruyó y embelleció la ciudad de Babilonia, dotándola de gran magnificencia, y extendió su dominio desde Mesopotamia hasta Siria y la costa del Mediterráneo.
Durante su reinado conquistó muchas ciudades: se enfrentó a Egipto; destruyó Jerusalén (año 587 a.C.), desde donde se llevó cautivos a miles de israelitas; y conquistó territorios en Arabia. Las principales construcciones encontradas en Babilonia son de su época.
Nuevos invasores
En el año 539 a.C., poco después de la muerte de Nabucodonosor II -de quien se dice se volvió loco al final de su reinado-, Babilonia fue invadida por el llamado “nuevo señor de Asia”, el rey persa Ciro. Los persas, que la dominaron hasta el siglo IV a.C., no saquearon ni destruyeron la ciudad como los asirios, sino que la mantuvieron como una de las provincias más poderosas del imperio Aqueménida.
Babilonia fue conquistada por Alejandro Magno (331 a. C.), que instaló en ella su corte, transformándola en un foco cultural en el que confluyeron la cultura griega y oriental.
A la muerte de Alejandro, la región fue gobernada por los Seléucidas, dinastía fundada por Seleuco I Nicátor, uno de los generales de Alejandro.
Con posterioridad, la cultura mesopotámica inició un lento declive. Fue ocupada por los persas sasánidas y luego por los romanos, gracias a las campañas del emperador Trajano. En el siglo VII d.C., la región fue conquistada por los musulmanes y quedó integrada dentro de la civilización árabe.
Durante varios siglos, Babilonia siguió siendo la ciudad más rica y el más importante centro comercial de Asia occidental.










La nueva Babilonia
La ciudad estaba doblemente fortificada. Un primer muro de ladrillos tenía ocho metros de ancho y una extensión de 18 km. Delante de él había una fosa profunda, y atrás, a 12 metros de distancia, un segundo muro defensivo de siete metros de ancho. Se entraba a la ciudad por varias puertas. La más grandiosa era la “puerta doble”, consagrada a la diosa del amor Ishtar, que tenía las paredes revestidas de azulejos con representaciones de toros y dragones.En el palacio real estaban los famosos jardines colgantes, una de las siete maravillas de la antigüedad.Al centro de la ciudad estaba el zigurat -templo escalonado, similar a una pirámide- construido en honor al “gran señor Marduk”, el dios supremo. Se cree que esta torre, de siete pisos y 91,5 metros de altura, es la famosa “torre de Babel” que aparece en la Biblia. Además, se reconstruyeron los diques para proteger los campos de las inundaciones.
Dioses y creencias
Los datos sobre las religiones mesopotámicas provienen de las tablillas de arcilla halladas en las ruinas de Babilonia, Nippur y Ur, de la gran biblioteca reunida por Assurbanipal en Nínive (siglo VII a.C.) y de los restos arqueológicos de templos, vasos pintados y estelas con bajos relieves.
Alrededor del 4000 a.C. se empezó a practicar el culto a las fuerzas de la naturaleza, consideradas divinidades de la fertilidad.
En un segundo período, a partir del 3000 a.C., los dioses tenían forma humana; sus atribuciones y funciones se definían y diferenciaban claramente, sin que ninguno dominara sobre los otros.
El tercer período comenzó alrededor del 2000 a.C., que correspondió al desarrollo de una religión más personal, con ideas sobre el pecado y el perdón, y la inclusión de los dioses en una jerarquía monárquicamente estructurada, presidida por el dios del grupo dominante.
Algunos de los dioses más importantes fueron: Anu -Anum para los acadios- que estaba en la cúspide del panteón sumerio, dios del cielo que regía las estaciones y el calendario; Enlil, dios de los vientos y de la agricultura, y ejecutor de los designios de la asamblea de los dioses; Ninhursag, diosa que dominaba en las montañas rocosas y en la vida salvaje, y presidía los nacimientos; Enki era la divinidad del agua dulce de los ríos y pantanos, creador de los hombres e inventor de la civilización, dios de la sabiduría y la magia, padre de Marduk -dios acadio- y salvador de Ut-Napishtim - el Noé de las leyendas mesopotámicas- al prevenirlo del gran diluvio; Ereshkigal y su esposo Nergal reinaban en el mundo subterráneo.
Estatuilla de bronce del demonio Pazuzu. Encarna al viento del sur, que acarrea tormentas y fiebres. Es un genio perverso, de acción nefasta.
Para los mesopotámicos la naturaleza humana era a la vez terrenal y divina, ya que el espíritu del hombre sobrevivía a la muerte y habitaba como una sombra triste, sin distinción de culpabilidad, en el reino de los muertos. El destino de los hombres era servir a los dioses y a sus templos, para que éstos quedaran liberados de todo trabajo material. De este modo, el hombre no era considerado como un fin en sí mismo, sino como un medio para la vida de la divinidad.
Por esta razón, los templos fueron el centro de la vida económica, política y cultural. En la época de las ciudades independientes, el gobernante estaba encargado de cuidar el templo del dios, y su mujer, el de la diosa local. En los períodos en que las ciudades se unían en un reino, el rey supervisaba todos los templos.
Durante largo tiempo, los reyes fueron divinizados y protegidos con rituales contra cualquier amenaza o la pérdida de sus poderes. Posteriormente se volvió a la concepción del rey como vicario del dios.

Organización política, económica y social
El rey o emperador era la autoridad máxima. Su poder era absoluto, hereditario y de carácter divino; pero no era considerado un dios como entre los egipcios, sino un intermediario entre los dioses y sus súbditos. Por lo tanto, era el primer sacerdote y quien administraba el Estado y dirigía el ejército. En las decisiones importantes era asesorado por un grupo cercano de sacerdotes.
No existía la propiedad privada, ya que los terrenos adyacentes a la ciudad pertenecían al dios.
Respecto a las diferencias sociales, estaban los hombres libres, entre los que se contaban la nobleza, los sacerdotes, los funcionarios reales, los pequeños propietarios y los comerciantes; los meshkin u hombres insignificantes, ex esclavos que habían comprado su libertad; y los que no eran nada, esclavos y prisioneros de guerra.
La principal riqueza de la región era la agricultura, por lo que las autoridades tenían estricto control sobre los canales y el reparto de las aguas. Fueron los inventores del arado. Practicaban la ganadería de ovejas, cerdos, cabras, bueyes y asnos, y criaban patos y aves. Además, consumían los frutos de la caza y la pesca.
Los utensilios eran de arcilla cocida, madera y piedra; el cobre apareció desde el cuarto milenio, y el bronce, en la segunda mitad del tercero.Como ya se detalló, el comercio exterior también fue clave, tanto que inventaron la moneda para facilitarlo. Vendían armas, telas y joyas, e importaban marfil, madera, vinos y metales.
El arte mesopotamico
Como esta civilización estaba fundamentada sobre un sistema político teocrático -dependiente de los sacerdotes- y absoluto, las manifestaciones artísticas respondían a los intereses del Estado y el culto religioso, lo que no limitó su originalidad y valor artístico.
Para clasificar el arte mesopotámico se han considerado tres factores: • La guerra fue una preocupación constante, lo que determinó que gran parte del arte se dedicase a la glorificación de las victorias militares.• El rol destacado de la religión en los asuntos del Estado, por lo que se dio primordial importancia a los edificios religiosos. Gran parte de las esculturas eran con fines espirituales.• La influencia del entorno natural. Como no habían piedras ni madera en el valle, a excepción de lo que se importaba, debieron utilizar en sus construcciones ladrillo y adobe -mezcla hecha en base a lodo arcilloso-, que son materiales de menor duración. Por eso han quedado tan pocos vestigios de esta cultura.
Arquitectura
Todos los pueblos que poblaron Mesopotamia construyeron, a orillas de los ríos Tigris y Éufrates, grandes ciudades que eran centros políticos y religiosos. Las principales fueron Ur, Babilonia, Assur y Nínive.
Los templos y edificios se hacían de miles de ladrillos y adobes. Para recubrir las paredes empleaban azulejos que les daban un gran colorido. También eran comunes las figuras de toros alados.
Los templos tenían base cuadrangular, sobre la que se construían torres escalonadas, como pirámides, llamadas zigurat, cuyo objetivo era invitar a las divinidades a descender y residir entre ellos. Por ello, en la cima se encontraba el santuario del dios, que por lo general se dividía en dos cámaras. En una estaba el altar, y en otra, la mesa de sacrificios. A estas instalaciones solo podían acceder los sacerdotes, para llevar diariamente las ofrendas. Los zigurats o torres más importantes son los de las ciudades de Babilonia, Ur, Eridú, Kish y Uruk.
El zigurat de Aqarquf, cerca de Bagdad, siglo (XIV-XIII a.C.)
Las paredes internas de los templos solían adornarse con mosaicos pintados en colores vivos, a manera de murales.
Los palacios caracterizados por relieves esculpidos en las paredes de las habitaciones, como el de Tell al-Asmar, fueron mayoritariamente construidos por los acadios, al igual que las fortalezas, como la de Tell Brak.
En el tiempo de los asirios, grandes palacios como los de las ciudades de Nimrud, Khorsabad y Nínive reflejaban el nuevo interés en edificios laicos y la grandeza del imperio. Elevados sobre una plataforma, en sus puertas había inmensas esculturas de piedra.
Durante el período neo-babilónico, se amplió la ciudad de Babilonia. Los edificios públicos se dispusieron a lo largo de un amplio camino que conducía al centro de la ciudad, al templo y zigurat de su dios Marduk.
Escultura
Estela de victoria de Naram-Sin de Susa (siglo XXIV a.C.).
El culto religioso estimuló el desarrollo de la escultura sumeria. Las figuras de piedra, principalmente masculinas, suelen estar de pie o sentadas, con las manos cruzadas en actitud de oración. Desnudos de la cintura para arriba, llevan una falda con adornos en forma de pétalos superpuestos. De cabello largo y barbas muy pobladas, fácilmente reconocibles porque terminan en un corte recto.
Las esculturas más conocidas son la treintena del gobernador de Lagash, Gudea, y de un patesi o príncipe sacerdote de la ciudad (de alrededor del 2200 a.C.). Son de piedra labrada y dan una impresión de serena autoridad.
Los relieves en piedra -presentes en los palacios- fueron un medio de expresión muy extendido entre los sumerios. Se han encontrado fragmentos de estelas conmemorativas. Por ejemplo, la estela de los buitres, que conmemora una victoria militar pero tiene un contenido religioso.
Otra importante forma de expresión fueron los sellos cilíndricos, delicadamente grabados en piedra. La mayor perfección en esta técnica la habrían alcanzado los acadios.
Con posterioridad se empezaron a hacer esculturas en metal, caracterizadas por un mayor refinamiento y cuidado de los detalles. Mesopotamia pasó desde la Edad del Bronce a la del Hierro en alrededor de tres milenios.

La sociedad mesopotámica
El rey era la autoridad máxima y gozaba de poder absoluto. Tenía un carácter divino, pero no era considerado un dios como entre los egipcios, sino más bien un intermediario entre los dioses y su pueblo.
Respecto de las clases sociales, existían los hombres libres, entre los que estaban los nobles, los sacerdotes, los funcionarios reales y los comerciantes. También estaban los meshkin u hombres insignificantes, que eran ex esclavos que habían comprado su libertad, y los que no eran nada, esclavos y prisioneros de guerra.


Egipto: el destino del Nilo
En medio del desierto del nordeste de África surgió Egipto, una de las civilizaciones más espléndidas de la historia, cuyo desarrollo cultural dejó, entre otras cosas, monumentales obras arquitectónicas que hasta hoy se mantienen como el símbolo más distintivo de lo que fue la vida a orillas del Nilo.
Los egipcios fueron indudablemente un pueblo adelantado, que junto con desarrollar un considerable poderío territorial se anticipó a muchas actividades que conocemos hoy en día, como el arte, los cultivos o la astronomía. Desde los inicios de su historia crearon una sociedad basada en la agricultura, aprovechando las bondades del río Nilo, que de no existir habría hecho imposible la existencia humana en ese lugar. Por lo mismo, el gran historiador griego Herodoto se refería a Egipto como el “don del Nilo”.
Este caudal nace en los lagos Victoria, Alberto y Eduardo, en el centro de África, donde el clima tropical provoca lluvias abundantes que hacen que el río sea caudaloso hasta su desembocadura en el mar Mediterráneo.
En los meses de junio y octubre se producen las lluvias tropicales más abundantes, por lo que el caudal del río aumenta enormemente. Cuando a finales de septiembre las aguas empiezan a descender, depositan el légamo fertilizante en las riberas del río, que los egipcios aprovechaban como zonas de cultivo. Ellos, luego de sucesivas observaciones, descubrieron que existía un ciclo que se repetía periódicamente, y que existía una notable relación entre la crecida del Nilo y el movimiento de los astros, lo que dio origen al año solar de 365 días.
Para que las crecidas del Nilo fueran bien aprovechadas, los egipcios tuvieron que construir sistemas de canales de regadío y barreras de contención, cuyo trabajo exigía de una gran disciplina colectiva que solo un gobierno fuerte podía imponer. Esta es la razón por la cual se dice que el río Nilo determinó la formación del Estado y la organización política del Antiguo Egipto.
Períodos de Egipto
La famosa Piedra de Rosetta fue la base del estudio de los egipcios.
La historia de Egipto está dividida por períodos, que se llaman:
Período predinástico
Imperio antiguo
Imperio medio
Imperio nuevo
Decadencia del imperio
En el siglo III a. C., cuando los griegos ya dominaban Egipto, un sacerdote nativo llamado Manetón escribió una historia de su país en la que denominaba período predinástico a la época prehistórica, y dividía a los gobernantes egipcios en dinastías, contando un total de treinta que se sucedieron durante tres mil años.
Ese documento constituía la principal fuente de información sobre la historia de Egipto, pero en el año 1798, un soldado del ejército francés de Napoleón Bonaparte halló en la zona del delta del Nilo una piedra llamada de Rosetta (así bautizada por el nombre del pueblo donde se descubrió), que contenía una inscripción en tres formas de escritura, dos en lengua egipcia y una en lengua griega. El investigador francés Jean Francois Champollion encontró la clave para descifrar la escritura egipcia. Dicho descubrimiento constituyó la base de la ciencia que estudia esta civilización, denominada egiptología.

Vasija egipcia
Período predinástico
En esta época se inicia la división del valle del Nilo en dos zonas: la del delta o Bajo Egipto, y la parte septentrional del valle o Alto Egipto. Se reconocen aquí la presencia de culturas que vivían de la caza, la pesca, la ganadería y el cultivo incipiente de cereales. En la transición hacia el uso de los primeros metales se muestra un avance en las técnicas de elaboración de cerámica y en la fabricación de vasos de piedra, y el empleo de objetos de cobre forjado.
La cultura de Gerze, desarrollada hacia el año 3500 a. C., ocupó las técnicas metalúrgicas y la decoración de la cerámica. Hacia el 3300 a. C., la cultura nagadiense representó el tránsito hacia la época histórica.

Pieza hecha en cobre que representa al faraón Pepi.
Estatuas de Ra-Hotep (hijo del Gran Sacerdote Snefru) y su esposa Nofret, encontradas en el año 1871.

Imperio Antiguo (3100-2160 a. C.)
A finales del cuarto milenio a. C., el rey Menes, procedente del Alto Egipto, unió a todo el país y fundó la primera dinastía. Desde entonces los faraones ostentarían el poder del Alto y Bajo Egipto.
En esta época se crearon y consolidaron las características específicas de la civilización egipcia, tales como la organización política, la escritura, la arquitectura y el arte, entre otras manifestaciones culturales.
Las primeras dos dinastías se denominaron tinitas, por tener su capital en Tinis, período en el cual se produjo un aumento en la prosperidad económica del pueblo egipcio. Con la III dinastía, iniciada hacia el 2686 a. C., la capital se trasladó a Menfis y los faraones iniciaron la construcción de las pirámides, que sustituyeron a las mastabas (construcciones en forma de pirámide truncada) como tumbas reales. En esta dinastía destacó el faraón Zoser, quien tuvo como consejero a un sabio llamado Imhotep, el primer científico conocido de la historia, que alcanzó renombre como médico, pensador y, en especial, como arquitecto al construir la pirámide de Saqara.
Los faraones siguientes también quisieron tener sus propias pirámides, sobre todo durante el período de la IV dinastía (2613 a.C.), iniciada por Snefru y reconocida como la época de mayor esplendor de la civilización egipcia. En este período se produjo la expansión territorial al sur de la segunda catarata, se realizaron expediciones a Nubia y Libia, se impulsó el comercio marítimo en el Mediterráneo oriental; se inició la explotación de las minas de cobre del Sinaí y de las canteras de Asuán y del desierto nubio.
Esta estatuilla en madera estucada y pintada representa a una joven portando ofrendas.
Snefru emprendió la construcción de la primera pirámide auténtica, sin escalones. A su sucesor, Keops, se debe la construcción de la mayor de las pirámides en Gizeh. Kefrén, hijo de Keops, construyó otra más pequeña. La tercera de las grandes pirámides fue levantada por Micerinos. Pero este auge arquitectónico comenzó a decaer bajo las dinastías V y VI. En la V, iniciada hacia el 2494 a. C., se produjeron modificaciones en el modo de gobernar, como consecuencia de la influencia del clero de la ciudad de Heliópolis, que impuso la supremacía del culto al dios Sol.
Durante la VI dinastía, el gobierno de Pepi II -quien asumió siendo muy pequeño- propició el traspaso del poder del faraón a los gobernadores de las provincias (nomos), lo que se manifestó en la proliferación de grandes tumbas privadas. Al final de este reinado, las invasiones de los pueblos asiáticos en el delta del Nilo y las revueltas populares sumieron al país en el desorden y la desorganización política.
Durante el primer período intermedio, comprendido entre los años 2160 y 2040 a. C., se sucedieron las dinastías VII y VIII en Menfis, la IX y la X en la Heracleópolis y la XI en Tebas; esta última se impuso en todo Egipto durante el reinado de Mentuhotep II, quien expulsó a los invasores del delta y reanudó el comercio con Asia y el sur de Egipto.

Imperio Medio (2040-1786 a. C.)
Los faraones de la XII dinastía consiguieron terminar con el poder de los gobernadores gracias al apoyo de los sacerdotes de Amón.
Sesostris III y Amenemhet III emprendieron expediciones militares contra los pueblos vecinos, extendieron la influencia egipcia al Cercano Oriente y a Nubia, e impulsaron el comercio, la minería y la actividad agrícola.
Entre los años 1786 y 1567 a. C. se produjo una nueva desintegración del estado, que favoreció la invasión del pueblo asiático de los hicsos, quienes utilizaron caballos y carros de guerra -desconocidos por los egipcios- para imponer su poder.
Los faraones de la XVII dinastía de Tebas lograron vencer a los hicsos. Kamosis hizo retroceder a los invasores hasta su capital, Avaris, y su sucesor, Ahmés I, los expulsó

Imperio Nuevo (1567-1085 a. C.)
Con Ahmés I se inició la XVIII dinastía. El faraón restableció el poder egipcio en el norte de Nubia y controló a la nobleza.
Amenofis I y Tutmosis I extendieron las fronteras hasta la tercera y cuarta cataratas, e iniciaron una nueva época de esplendor.
Con Tutmosis III el reino alcanzó su máxima extensión, y llevó el poder egipcio hasta el río Éufrates.
Los reinados de Amenofis II y Amenofis III mantuvieron el esplendor del imperio nuevo. Amenofis IV impulsó una reforma religiosa monoteísta centrada en el culto al disco solar Atón, cambió su nombre por el de Akhenatón, y trasladó la capital a Aketatón. Tutankamón, yerno de Amenofis IV, restableció los antiguos cultos, pero murió prematuramente y el general Horemheb se proclamó faraón, reorganizó el estado y combatió a los hititas.
Con Ramsés II, la ciudad de Tebas alcanzó una gran prosperidad. Se llegó a un acuerdo con los hititas tras la batalla de Qadesh y se restauró el esplendor de Tutmosis III. El último faraón poderoso de la XIX dinastía fue Menefta, quien se enfrentó exitosamente con los pueblos del mar.
Ramsés III, de la XX dinastía, rechazó a los invasores y consiguió algunos años de paz.
A fines del segundo milenio, Egipto había perdido su poder y prestigio en el Cercano Oriente. Mientras, en el interior del país, nobles y sacerdotes acaparaban las riquezas en medio de una generalizada situación de pobreza.
Una mujer que fue faraón
Durante el Nuevo Reino, la gran expansión del imperio egipcio fue llevada a cabo por una única dinastía de faraones que gobernó aproximadamente 250 años. Solamente en dos ocasiones, durante la fecunda historia de esta familia tebana, se produjeron tensiones y crisis. La primera fue producto de la ambición de una terrible mujer, la reina viuda Hatshepsut. Después de la muerte de su esposo, en 1504 a. C. aproximadamente, Hatshepsut se convirtió en regente de su joven hijastro y sobrino, Tutmosis III. Una vez instalada en el trono, Hatshepsut asumió las funciones, los distintivos e incluso las vestiduras de un faraón, y gobernó durante casi veinte años.
Uno de los más notables acontecimientos del pacífico reinado de Hatshepsut fue una expedición naval a tierras somalíes, de la que volvieron con mirra e incienso, y también con marfil, ébano, pieles de pantera y oro, la exótica mercancía del interior de África. La expedición se conmemoró con relieves en el templo funerario de Hatshepsut en Tebas.
Decadencia del imperio
Tras el reinado el Sheshonq I, fundador de la XXI dinastía, el imperio quedó dividido y fue ocupado por distintos pueblos, entre ellos libios, etíopes y asirios. El rey asirio Asurbanipal conquistó Tebas en el 663 a. C.
Psamético I, fundador de la XXVI dinastía, expulsó a los asiáticos y se proclamó faraón de todo Egipto, estableciendo la capital en Sais, cerca de la cual surgió un asentamiento de comerciantes griegos denominado Naucratis.
El faraón Ahmés protagonizó un último momento de auge comercial a mediados del siglo XVI a. C. Su hijo, llamado Psamético III, fue derrotado en el 525 por el rey persa Cambises I, quien convirtió a Egipto en una provincia del imperio persa. Durante este período la cultura egipcia se proyectó en el Mediterráneo oriental, especialmente en Grecia y Judá.

La vida en torno al Nilo
Desde tiempos remotos el desarrollo de Egipto estuvo vinculado con el valle del Nilo. Este cauce determinó asentamientos agrícolas tempranos y generó una cooperación social absolutamente necesaria para poder controlar las aguas durante las crecidas del río. Egipto es reconocido como el primer Estado importante en la historia de la humanidad, y surgió a partir de la unificación, hace casi 5.000 años, de los pequeños asentamientos que entonces existían en el Alto y Bajo Egipto.
Épocas griega, romana y bizantina
La conquista de Egipto por Alejandro Magno (332 a. C.) fue acogida con mucho entusiasmo por la población local, cansada de la dominación persa. Alejandro fundó la ciudad de Alejandría, que durante la época de los faraones tolomeos se convirtió en un importante centro de la cultura helenística.
En la segunda mitad del siglo I a. C., Cleopatra VII junto a su hermano Tolomeo XIV establecieron estrechas relaciones políticas con Roma, que peligraron tras el asesinato de Julio César en el 44 a. C. Tras esto, la reina se alió con Marco Antonio, candidato a asumir el poder de Roma, pero después de la derrota de este en la batalla naval de Accio, ella se suicidó y Egipto cayó en poder de los romanos. Ya convertida en provincia del Imperio Romano, Egipto se transformó en el granero de Roma, pues proporcionaba el trigo que los emperadores distribuían entre la plebe.
Alejandría, Naucratis y otras ciudades griegas continuaron diseminando su cultura. En las zonas rurales, el copto (antigua lengua egipcia) sirvió de medio de transmisión de la religión cristiana.
A finales del siglo IV de la era cristiana, Teodosio I confirió a Egipto el estatuto de diócesis del Imperio Romano de oriente.
Egipto árabe y otomano
En el 639 se inició la conquista árabe de Egipto. El general Amr-ibn al-As ocupó Alejandría, tras un acuerdo con el patriarca Ciro, construyendo la ciudad de Fustat. Inicialmente se mantuvieron la religión cristiana y las lenguas griega y egipcia, pero poco a poco se fue imponiendo la cultura islámica, declarándose en el 706 el árabe como lengua oficial. Pero como el imperio islámico era demasiado extenso para mantenerse unido, en el 868 el país accedió a la independencia bajo la dinastía de los tulúnidas, de origen turco.
El radicalismo religioso del califa al-Hakim, que persiguió a los cristianos y demolió la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén, provocó gran indignación en Europa, donde se empezaron a organizar las cruzadas. Con ellas Egipto entró de nuevo en la historia occidental, cuando los ejércitos cristianos penetraron en su territorio en 1096. El visir (primer ministro) Saladino tomó el poder y se proclamó sultán de Egipto. Luego de conquistar territorio egipcio y sirio, recuperó Jerusalén (en ese momento en manos de los cruzados) en 1187.
En el 1250, los mamelucos, que conformaban la guardia personal del sultán, tomaron el poder. El más destacado de los mamelucos fue Baybars I, quien conquistó Egipto tras derrotar a los mongoles.
En 1517, el sultán otomano Selim I el Inflexible venció a los mamelucos y conquistó El Cairo, con lo que Egipto se convirtió en provincia del Imperio Otomano y en base para las operaciones turcas en el Mar Rojo.
Egipto moderno
Policía egipcio resguarda una de las grandes pirámides en el en el desierto de Gizeh.
En el año 1798, Napoleón Bonaparte conquistó Egipto durante la guerra contra
Gran Bretaña, y los tres años que duró la ocupación francesa tuvieron repercusiones importantes para el país, en especial en el ámbito cultural.
En 1805 Mehmet Alí, jefe albanés de la guarnición otomana, acabó con la influencia de los mamelucos e impulsó el desarrollo económico, la modernización de la administración y la expansión militar de Egipto.
En el año 1869 el jedive (título que se le daba al virrey de Egipto) Ismaíl inauguró el Canal de Suez, cuya propiedad quedó en manos británicas en 1874. Ocho años más tarde, el Reino Unido ocupó militarmente el país y comenzó a administrarlo en forma directa. Con el comienzo de la Primera Guerra Mundial, quedó convertido en protectorado británico.
El Reino Unido reconoció la independencia de Egipto en 1922, aunque con ciertas condiciones, como el mantenimiento del control sobre el canal de Suez y el territorio sudanés.
Sociedad egipcia
La sociedad egipcia estaba estructurada teniendo como cabeza central al faraón, dueño de las tierras y de influencia absoluta sobre sus súbditos. Este tipo de gobierno se denomina monarquía absoluta.
Bajo el faraón se situaban cinco clases sociales muy bien diferenciadas, las que permanecieron prácticamente inalteradas, debido a que los hijos por lo general ejecutaban las mismas tareas que sus padres. La rígida división de clases egipcia obedecía, también, a la necesidad de organizar y controlar, hasta en sus más mínimos detalles, la vida de los súbditos de un imperio tan vasto como el egipcio.
Sacerdotes y nobles
El faraón contaba con un grupo de sacerdotes y nobles -algunos eran parientes- poseedores de enormes extensiones de tierras. Los sacerdotes se caracterizaban por su sabiduría, siendo su principal tarea la administración de los templos y la atención de sus divinidades, para interpretar sus deseos y cumplirlos. Los nobles administraban el país en nombre del faraón, lo que implicaba cumplir tareas como la ejecución de las obras públicas, la supervisión de la construcción de canales y diques, la administración de los frutos guardados en los almacenes reales y el cobro de los impuestos.
Funcionarios y escribas
Los nobles eran apoyados en sus tareas por funcionarios y escribas, quienes, al estar en contacto con los pueblos, lograban que la administración fuera más eficiente. Ellos se caracterizaban por saber leer, escribir y ser grandes calculistas, debiendo estudiar durante cinco años.
Comerciantes y artesanos
Los comerciantes se desplazaban dentro de Egipto en barco o en caravanas. Vendían una gran cantidad de productos, tales como incienso, resinas, esmeraldas, ébano y marfil, los que traían desde lugares muy apartados.
Entre los artesanos se encontraban los carpinteros, artistas, ebanistas, orfebres, arquitectos y embalsamadores.
Campesinos
Los campesinos eran el grupo más numeroso, y vivían en pequeñas casas de adobe a orillas del río Nilo. Su vida estaba dedicada a las tareas agrícolas, siendo permanentemente vigilados por los funcionarios del faraón.
Los frutos de las cosechas obtenidas eran divididos en dos partes: una para ellos, y otra que se depositaba en los almacenes de los faraones para alimentar a los funcionarios reales.
Esclavos
Los esclavos se desempeñaban en diferentes tareas, como servir en el palacio del faraón o en las casas de los nobles, guerreros y sacerdotes. Por lo general eran extranjeros, prisioneros de guerra o personas entregadas como tributo por otros países.
La religión egipcia
Los egipcios fueron un pueblo tremendamente apegado a los mandatos divinos. Su religión se desarrolló a lo largo de unos tres mil años, en los que escasamente recibió alguna influencia externa. Para ellos, la concepción del mundo estaba dada por la idea primigenia de un caos que amenazaba con volver a ocurrir, siendo la voluntad de los dioses la única forma de mantener un equilibrio, y la razón por la cual la religión -de características rituales- buscaba asegurar el favor divino y la vida después de la muerte.
Antes de que se produjera la unificación de Egipto (3100 a. C.), en el valle del Nilo existían numerosos cultos y dioses locales, que por lo general se representaban bajo la figura de un animal o mezclando esta con la de un ser humano. Sin embargo, al quedar todo bajo un mismo imperio, los faraones se presentaron como la encarnación del dios Horus, hijo de Osiris y de la diosa Isis, pero no se suprimieron los cultos locales. Así, el dios Ptah era el creador de la mitología de Menfis; y Atón, relacionado con Ra, el dios Sol, en la de la Heliópolis.
La predominancia de uno u otro dependía más que nada de cuestiones políticas. Así, los faraones tebanos de la XVIII dinastía impusieron a Amón en todo Egipto y lo identificaron con el dios solar Ra, venerándolo como Amón-Ra, único creador de la vida. Amenofis IV cambió a Amón por Atón y excluyó las divinidades locales. Después de su muerte se repuso nuevamente a Amón y volvió el politeísmo oficial. Tras la conquista de Alejandro Magno, la religión egipcia adoptó algunas formas griegas.
Durante el imperio antiguo, solo el faraón era iniciado para la vida futura. Al morir se convertía en Osiris, y su hijo encarnaba al nuevo Horus como administrador del orden establecido por los dioses.
La vida después de la muerte era considerada como parecida a la existencia terrena. Por esta razón, a los difuntos se les enterraba con elementos de uso cotidiano y alimentos. Las pinturas dibujadas dejaban constancia de cómo habían sido sus costumbres.
Asimismo, amuletos y conjuros eran depositados para proteger al muerto de los peligros que lo acecharían en su próxima vida.
Culto a los muertos y la construcción de pirámides
Para los egipcios, la preocupación religiosa se extendía después de la muerte. De aquí el culto sumamente especial y fervoroso que rendían a los difuntos. Este pueblo creía firmemente que, después de morir, el alma del hombre viviría feliz solo si se daba un tratamiento especial al cadáver para preservarlo de la corrupción. De esta manera, perfeccionaron el proceso de conversión llamado embalsamamiento, por el cual convertían los cadáveres en momias que colocaban en sarcófagos. Estos se decoraban con mayor o menor suntuosidad, dependiendo de la jerarquía social del muerto.
En la tumba se depositaban diversos objetos que, se creía, el difunto podría necesitar o echar de menos en la otra vida. Aves y gatos, entre otros animales, eran también embalsamados para servir de compañía a los hombres en su viaje al otro mundo. No podía faltar la inclusión de un papiro en el que se enumeraban las virtudes y buenas obras del difunto, con la finalidad de que fuera juzgado indulgentemente por Osiris, el dios de la otra vida, en el tribunal de los muertos.
Las pirámides constituían las tumbas más fastuosas e imponentes, pues en ellas se daba sepultura a los faraones. Las más importantes son las de Keops, Kefrén y Micerinos. Participar en la construcción de estos monumentos y de los templos era para los egipcios un acto de profundo significado. Toda la tierra de Egipto y su pueblo pertenecían a los dioses, y en particular a Horus, a quien, según se creía, el faraón representaba sobre la tierra en el transcurso de su vida. Las funciones de Horus consistían en mantener el orden total del universo, establecido en el momento de la creación, y que abarcaba no solamente la estructura social y política de Egipto, sino también las leyes de la naturaleza, el movimiento de los cuerpos celestes, la sucesión de las estaciones y la inundación y estiaje (nivel mínimo de un río) anuales del Nilo.
La edificación de las pirámides ha sido objeto de admiración para todas las generaciones posteriores. Consideradas como una de las siete maravillas del mundo antiguo, representan una obra de ingeniería que aún hoy constituiría un reto tratar de igualar.
Una escalinata hacia el Sol
No se sabe bien el significado que entrañaba la forma de pirámide; tal vez la pirámide escalonada representase una escalera gigantesca por la cual el faraón subiría hacia el Sol, y los lados inclinados de las últimas pirámides sugirieran los rayos del Sol hacía el cual ascendía el faraón. En el Antiguo Egipto se creía que el faraón estaba dotado de cualidades divinas que le situaban aparte del común de los mortales. Así como se suponía que en vida era la reencarnación de Horus, el dios del cielo, en la muerte se unía al dios del Sol, Ra, y navegaba por el firmamento en su embarcación celestial.

La escritura egipcia
Los jeroglíficos son la forma más antigua de escritura del Antiguo Egipto. Los documentos más tempranos con inscripciones jeroglíficas datan del período predinástico, encontrándose la mayoría en objetos de piedra.
Este tipo de escritura era bastante flexible y se anotaba tanto en filas como en columnas. Casi siempre la dirección de los signos podía ser cambiada; es decir, los textos podían ser escritos de izquierda a derecha y viceversa.
La estética del texto era un importante criterio para la colocación de los signos. Por lo mismo, los antiguos egipcios intentaron eliminar los espacios vacíos en el texto.
El estudio de los jeroglíficos determinó que podían dividirse en dos categorías: signos con un valor pictórico, llamados ideogramas, y signos con valor fonético, denominados fonogramas.
Arte egipcio
El arte egipcio está ligado ante todo con la religión. De hecho, los únicos monumentos que han perdurado hasta hoy son templos y tumbas; y las esculturas y las pinturas que encierran son casi siempre como un complemento de la arquitectura.
Los monumentos más antiguos que se conocen son tumbas. Las del primer período son la pirámide y la mastaba. Subsiste un centenar de pirámides, pero las tres más grandes son las de Keops, Kefrén y Micerinos, que tienen respectivamente 146, 138 y 44 metros de altura.
La mastaba, de dimensiones menores, era un edificio en forma de tronco de pirámide de planta rectangular construido en piedra o ladrillo. Contaba en su interior con una capilla funeraria, un recinto tapiado que guardaba todas las estatuas del muerto, y un foso lleno de arena que finalizaba en la cueva donde reposaba la momia. De la época tebana han quedado ruinas grandiosas en Karnak y en Luxor, en el asiento de la antigua Tebas.
No está bien establecida la naturaleza del simbolismo que preside las construcciones funerarias, pero es probable que representaran al morador del templo (o de la tumba) participando simbólicamente en el proceso mismo de la creación o en los ciclos cósmicos, muy especialmente los del Sol. Ese símbolo se expresaba en la planta y diseño de templos, así como en la decoración de muros y techos.
Los artistas egipcios empezaron a pintar los muros de las tumbas de los faraones con representaciones mitológicas y escenas de las actividades cotidianas, como la caza, la pesca, la agricultura o la celebración de banquetes. Igual que en la escultura egipcia, predominan dos rasgos: las imágenes, más conceptuales que realistas, presentan los rasgos anatómicos más característicos, combinando las vistas frontales y de perfil de la misma figura; y la escala de las figuras indica la importancia de las mismas. Así, el faraón aparece más alto que su consorte, hijos o cortesanos.
Las esfinges
Además de las pirámides, existen otros monumentos que caracterizaron a la civilización egipcia, las esfinges. La más importante de ellas es la esfinge de Gizeh, que se sitúa junto al camino que conduce a la pirámide de Kefrén. Este monumento mide cincuenta y siete metros de largo y representa la figura de un león con cabeza humana. Se dice que esta esfinge podría tratarse del rostro de Kefrén, perteneciente a la IV dinastía.

Principales divinidades
Al principio todo en el mundo era agua y caos, hasta que apareció Amón-Ra, que ordenó todo y creó al resto de dioses. Primero creó a sus hijos, Shu (dios del aire) y Tefnut (diosa del agua), que a su vez engendraron a Nut y Geb. Sin embargo, Nut (diosa del cielo) y Geb (dios de la tierra) se casaron en secreto, y cuando Amón- Ra se enteró decidió separarlos y condenar a Nut a que no pudiera tener hijos. Thot (el creador del calendario) tuvo piedad de ella, y sobre el año oficial de 360 días creó cinco más no oficiales para Nut. Así, Nut pudo tener a Osiris, Isis, Nephtys y Set.
Osiris y Set
Osiris era el dios de la agricultura, y enseñó a los egipcios el arte de la siembra. Era un dios muy querido, salvo por su hermano, Set, dios del desierto y de las cosas malas. La envidia le hizo matar a Osiris y tirar su cadáver al Nilo. Isis, hermana y esposa de Osiris, fue en busca de los restos para darle vida nuevamente. Con la ayuda de Anubis y de Thot, Osiris volvió a la vida.
Isis
Isis era la hermana y esposa de Osiris, y se la representaba con un trono sobre la cabeza. Tenía poderes de curación.
Horus
Horus era el hijo de Isis y Osiris, y tenía cabeza de halcón. Era el dios del sol, de la medicina y de muchas cosas buenas. Cuando vengó a su padre expulsando a Set, él tomó su sitio preferente en el panteón.
Anubis
Anubis tenía cabeza de chacal, y era el encargado de embalsamar a los muertos. Al nacer fue abandonado e Isis lo adoptó como suyo.

Las civilizaciones antiguas
Las civilizaciones más antiguas surgieron a orillas de los grandes ríos. Esta no fue una casualidad, ya que en los primeros tiempos de la historia los hombres habían buscado aquellos lugares que tenían mayores ventajas para desarrollarse. Fue así como los espacios ideales para el asiento de las poblaciones fueron los valles fértiles y las llanuras aluviales.
Las ventajas más importantes que ofrecían los ríos para el asentamiento humano eran:
Las aguas permitían el desarrollo de la agricultura.
A través de los ríos era más fácil el transporte de mercaderías, ya que los caminos terrestres eran prácticamente inexistentes.
El río aseguraba una pesca constante. El pescado fue fundamental en la alimentación de los pueblos antiguos.
El constante fluir de los ríos limpiaba el aire, llevándose las pestes que podían afectar la salud de los hombres.
Las primeras culturas se desarrollaron junto a los ríos o cerca del mar, aprovechando las ventajas que ofrecía la naturaleza.
Características
El desarrollo hacia la civilización, con la complejidad que ello implicó, se caracterizó por: el uso de los metales; la organización social y política; el establecimiento de ciudades y Estados; la creación de instituciones; y la división del trabajo, con una producción organizada de alimentos, vestuario y herramientas.
Además, por la ordenación del comercio; la aparición de formas superiores y monumentales del arte; los comienzos del conocimiento científico; y finalmente, el invento de la escritura, que permitiría fijar y propagar el conocimiento.
En el cercano oriente
Las primeras civilizaciones se desarrollaron en el Cercano Oriente. Ejercieron gran influencia en la cultura greco-latina y contribuyeron en forma decisiva a la formación de la cultura occidental.
Las tierras del Cercano Oriente fueron habitadas por diversos pueblos. A los mesopotámicos y egipcios, es necesario agregar los fenicios y los hebreos, que fueron menos numerosos, pero no menos importantes. Los Fenicios se destacaron por su desarrollo comercial, y los Hebreos por su aporte espiritual .
Podemos señalar que antes del año 1.000 a. de C. esta región estaba bastante poblada y los diversos pueblos que en ella habitaban habían desarrollado un sistema de vida basado principalmente en las actividades agrícolas.

Mesopotamia
Los griegos llamaron Mesopotamia -que quiere decir entre ríos- al fértil territorio ubicado entre los ríos Tigris y Eufrates. Ambos caudales corren paralelamente, atravesando un llano de aluvión que forman con sus inundaciones. Nacen en las montañas de Armenia, recorren el país de norte a sur y desembocan en el Golfo Pérsico.
El territorio de Mesopotamia se divide en dos partes geográficas: la Alta Mesopotamia, al norte del territorio; y la Baja Mesopotamia, al sur. En la parte alta, los ríos corren rápidos y son torrentosos; en cambio, en el sur las aguas corren lentamente y facilitan la agricultura.
Las llanuras de Mesopotamia carecían de defensas naturales y fueron fácil presa de invasores, la riqueza del territorio fue motivo para que muchos pueblos lucharan por instalarse y mantenerse en el lugar. Las invasiones y las guerras no cesaron de interrumpir el desarrollo de la historia de Mesopotamia, determinando que tuviese características violentas. En el curso de los siglos, se sucedieron allí distintos pueblos.
Los pueblos más importantes que habitaron el territorio de Mesopotamia

Los Sumerios
La civilización más antigua fue la de los Sumerios -establecidos en la Baja Mesopotamia-, cuyos documentos nos permiten remontarnos hasta el 3.500 a. de C. Nada se sabe de sus orígenes, no eran semitas.
Gracias a sus representaciones artísticas tenemos una perfecta idea de su físico: hombres de baja estatura, pero de cuerpo musculoso, que llevaban rasurada la cara y la cabeza. Eran agricultores y ganaderos, construían canales y caminos, trabajaban los metales, tejían la lana y practicaban el tráfico fluvial.
Escritura cuneiforme
El gran invento de los sumerios fue la escritura cuneiforme, con la cual fue posible la transmisión de su pensamiento y de los acontecimientos que los afectaron a las generaciones futuras.
Era un sistema complejo, que alcanzaba los 700 signos o pictografías. Primero fueron de carácter ideográfico (signos) y luego fonéticos (sonidos). Por medio de un estilo o punzón, los caracteres se imprimían sobre tablillas de arcilla húmeda; una vez seca la arcilla, lo escrito permanecía indeleble. Así lo demuestra el hecho de que las tablillas que han llegado hasta nosotros sean todavía legibles.
El más interesante poema épico de esta y que se encuentra casi completo es la Epopeya de Gilgamés, un héroe perseguidor de monstruos e incansable viajero.
Estudio y desarrollo
Los primeros astrónomos y astrólogos fueron los sumerios. Ellos estudiaron y definieron los movimientos de la Luna, inventaron los doce signos del zodíaco y precisaron la duración del año en 365 días y 6 horas, con 12 meses lunares. En matemática, desarrollaron la división sexagesimal del círculo y crearon un sistema de pesos y medidas. Inventaron, además, el ladrillo, la irrigación artificial, el arado y la rueda.
La organización política de los sumerios consistía en ciudades-Estados, las más importantes fueron Kish, Ur, Uruk, Umma y Lagash.

Vocabulario
Semita= dícese de los árabes, hebreos y otros pueblos, que desarrollaron las grandes culturas mesopotámicas posteriores a la sumeria, especialmente la acadia y babilónica, y con posterioridad la judía y la árabe.
Indoeuropeo = dícese de cada una de las razas y lenguas procedentes de un origen común y extendidas desde la India hasta el occidente de Europa.
Las luchas de estas ciudades por la hegemonía política facilitaron o permitieron que fueran conquistadas por pueblos extranjeros.
Los acadios
La historia de los sumerios se enlaza con la de los acadios. Este fue un pueblo semita, que habitaba al norte de donde vivían los sumerios, y que terminó por conquistar y unificar toda Mesopotamia.
Los acadios conservaron su lengua y hasta llegaron a imponerla a los antiguos sumerios, sin embargo, el viejo idioma de Sumer quedó como lenguaje litúrgico y continuaron usándolo los sacerdotes. En las grandes épocas de Babilonia y Asiria, el sumerio fue empleado en las ceremonias religiosas.
Los Babilonios
Del oeste llegó una nueva oleada de semitas, los amoritas, que se instalaron hacia el 2.100 a. de C. en Mesopotamia. El más destacado de los amoritas fue Hammurabi, que subió al poder hacia el año 1730 a. de C. y transformó la ciudad de Babilonia en el centro de un nuevo imperio mesopotámico.
Hammurabi sometió a las demás ciudades y unificó bajo su cetro toda la llanura. Bajo su reinado florecieron el arte y el comercio.


El Código de Hammurabi
La obra inmortal de Hammurabi se desarrolló en lo legislativo. Este rey puso por escrito de manera ordenada, una serie de leyes, dirigidas a organizar la vida de los habitantes de Mesopotamia. Esta obra se conoce con el nombre de Código de Hammurabi, es un notable testimonio del grado de civilización alcanzado en tiempos tan lejanos al nuestro.
El Código está enmarcado por un prólogo y un epílogo, contiene 280 artículos. Sus preceptos se refieren a derecho civil, penal y administrativo, sin establecer entre ellos una separación radical.
Las leyes que regulan la propiedad, las ventas, cambios y expropiación ocupan la mayor parte de este escrito. Son famosos los artículos que constituyen el primer ejemplo de la llamada Ley del Talión: "Si un hombre destruye el ojo a otro hombre, se le destruirá el ojo; cuando un hombre acusa a otro de homicidio sin poder probarlo, el acusador debe ser muerto; si un hijo golpea a su padre se le cortarán las manos".
Hammurabi indicó claramente que su obra pretendía ser una ayuda para el que buscara la justicia. El código también fue estimado como obra literaria; en las escuelas de escribas lo transmitieron hasta el primer milenio.
Los Asirios
La fértil llanura de Mesopotamia fue el escenario del encuentro y choque entre los pueblos circundantes, que desde las montañas o el desierto, pretendían establecerse en el rico valle.
Intentaron su conquista los hititas, pueblo indoeuropeo, procedente de los montes de Anatolia (actual Turquía asiática); y los mitannios, otro pueblo indoeuropeo que terminó por encontrar su asiento en la India, junto a otros grandes ríos: Indo, Ganges y Brahmaputra. Por último, se impusieron los Asirios, semitas, que habitaban en la región montañosa de la Alta Mesopotamia, aproximadamente, en el año 1.170 a. de C.
Después, Asirios y Babilonios se disputaron el poder con éxitos alternos.
Violentos y cultos
Los Asirios son considerados como el pueblo más violento de la historia antigua, organizaron un ejército que se convirtió en el más formidable de Oriente. Su arma decisiva era la caballería, por la gran movilidad en todo terreno de sus jinetes flecheros; eran despiadados guerreros y salvajes saqueadores.
Por otra parte, lograron un buen desarrollo de la cultura. Entre sus obras destacó la construcción de la gran biblioteca del Rey Assurbanipal, quien además extendió su dominio desde el Nilo hasta el Cáucaso.
Este imperio fundado en la violencia y el terror se desplomó cuando fueron derrotados hacia el año 612 a. de C. y Nínive su capital fue arrasada.
Los Babilonios volvieron a recuperar su importancia y se inició un nuevo período, el Imperio Neobabilónico, que alcanzó su mayor esplendor con Nabucodonosor II. Este arrebató Siria a los egipcios y conquistó Palestina, cuyos habitantes fueron deportados a Babilonia (587 a. de C.).
Ninguna ciudad del Oriente ha dejado un recuerdo tan intenso como el de Babilonia. Se convirtió en la mayor y más magnífica de todas, sus jardines colgantes, es decir, dispuestos sobre las terrazas de los palacios, eran una de las siete maravillas del mundo. No solo la Biblia, sino también los escritores griegos clásicos, están llenos de admiración frente a esta ciudad, que consideraron la capital de Asia.
En el año 539 a. de C., las tierras de Mesopotamia fueron nuevamente invadidas por un pueblo extranjero: Ciro, Rey de los Persas se apoderó de la región y la integró a su gran imperio.

Organización sociopolítica
En la sociedad mesopotánica existían tres grupos sociales bien diferenciados: la aristocracia, los hombres libres y los esclavos.
La aristocracia estaba compuesta por un cierto número de familias ricas y poderosas, cuyos integrantes ocupaban los cargos de mayor jerarquía como sacerdotes, consejeros del Rey, jefes militares y embajadores.
Los hombres libres eran los trabajadores productivos de la ciudad, por ejemplo: los arquitectos, escribas, mercaderes, artesanos y alfareros.
Los esclavos, en cambio, no tenían ningún tipo de derechos. Había esclavos del Estado y de particulares. Además de los prisioneros de guerra, integraban este grupo los ciudadanos libres endeudados que podían venderse a sí mismos y a toda su familia.
A la cabeza de la sociedad se encontraba el Rey, su poder absoluto derivaba del dios creador. Como su representante en la Tierra, era primer sacerdote, jefe del ejército y del aparato administrativo; contaba con una numerosa burocracia para cumplir sus funciones.
La tierra no pertenecía solamente al Rey, pues los sacerdotes y funcionarios poseían gran parte de ella. Los hombres libres del pueblo podían también ser propietarios de un terreno.
La base de la economía era la agricultura y el comercio.
Los principales productos agrícolas cultivados eran la cebada, el trigo, las legumbres, los olivos, las palmeras y la vid. La agricultura generaba excedentes de cereales y la ganadería abundante lana, que se comercializaba con otras regiones por productos que en la zona no habían, como madera y metales.
Los fenicios
En un estrecho territorio, entre las montañas del Líbano y la orilla oriental del Mar Mediterráneo, se encontraba una población de lengua y cultura semítica: los Fenicios.
En esa zona, la montaña y los valles encajonados dividen la planicie en compartimientos aislados entre sí, donde no hay sitio para la construcción de muchas ciudades ni para cultivos. En la costa, rocosos promontorios y pequeñas y abrigadas bahías brindan excelentes puertos; la naturaleza favoreció a los fenicios para que ellos fueran grandes marinos y hábiles comerciantes.
Comerciantes y navegantes
Los Fenicios hicieron del comercio la base de su política y se dedicaron con tanto éxito a la navegación, que llegaron a ser considerados especialistas indispensables, a quienes tenía que acudirse para todos los negocios marítimos.
Instalados en el borde de Asia en los puntos terminales de las grandes rutas de las caravanas, ellos las prolongaron en el mar con tanta eficacia, que durante muchos siglos todo el comercio mediterráneo estuvo en sus manos.
Su función cultural consistió en ser intermediarios entre Oriente y Occidente, y en difundir por los países periféricos del Mediterráneo las artes, las ciencias y las religiones orientales junto con sus mercancías.
Fenicia era un país tan fragmentado nunca logró unirse como nación. La historia de los Fenicios es la de una serie de pequeñas ciudades generalmente gobernadas por una aristocracia de ricos mercaderes, independientes y rivales. Las principales ciudades-Estados eran Biblos, Sidón y Tiro, con distintos momentos de esplendor entre el 3.000 a. de C. y el 600 a. de C.
Principales ciudades
Biblos: fue el centro principal del comercio del papiro, material usado en la Antigüedad para escribir, que se obtenía de la elaboración especial de los tallos de una planta que crecía solo en el Bajo Egipto. Es de destacar que la palabra que en griego significa libro (biblos) deriva precisamente del nombre de aquella ciudad.
Sidón: extendió el comercio fenicio por toda la cuenca oriental del Mar Mediterráneo. Estableció factorías en Chipre, Rodas y en la mayor parte de las islas del Egeo. Sus habitantes también exploraron el mar Negro.
Tiro: ciudad edificada en una excelente posición defensiva. Los tirios se dirigieron hacia el Mediterráneo Occidental y fundaron numerosas colonias en Malta, Sicilia, Cerdeña, España y en Africa Septentrional. De todas ellas, la más conocida es la de Cartago, fundada hacia el 814 a. de C. en las cercanías de la actual Túnez.
La colonización fenicia no tenía carácter político, no tendía a la expansión a la conquista de territorios. Los fenicios se limitaban a establecer factorías comerciales.

Navegación y comercio
Los Fenicios construían sus navíos con maderas de árboles del Líbano: cedros y cipreses. Hasta hoy, estos árboles son muy preciados para construcciones navales porque proporcionaban maderas incorruptibles.
El birreme fue la embarcación que permitió a los Fenicios recorrer extensas distancias, estaba constituido por una doble fila de remos y una vela fija, que era de gran utilidad cuando soplaba viento favorable.
Este pueblo recorrió las costas del Mar Mediterráneo, el Mar Báltico, las costas de Inglaterra e incluso circunnavegó Africa. Aunque la autenticidad de esta última empresa ha sido puesta en duda por algunos historiadores, sí se ha demostrado que los Fenicios exploraron la costa oeste africana.
Realizaron un intenso comercio de diversos productos: estaño y ámbar de los países septentrionales; metales útiles (cobre, estaño, bronce ) o preciosos de España, Grecia, Asia; piedras preciosas de la India; maderas del Líbano, ébano y marfil de Africa, mármoles de Grecia, especias y perfumes de Arabia, papiro de Egipto, trigo de los países ribereños del Mar Negro, vinos, aceites, frutas, caballos, ovejas, lana, tejidos, cerámicas y esclavos.
A todos estos artículos de comercio agregaban los productos de su propia industria, practicada en grandes talleres. Los más característicos eran el vidrio transparente -que obtenían con la arena de sus playas- y las telas de color púrpura, muy estimadas en todo el mundo antiguo. El colorante se lograba con el líquido de un molusco llamado murex, según un procedimiento que los Fenicios procuraron mantener en secreto.

La cultura fenicia
La religión fenicia era politeísta. Cada ciudad tenía su dios y señor, el Baal. Este fue llamado Melkart en Tiro, Adonis en Biblos, Amón en Cartago. La diosa suprema Astarté, era frecuentemente unida al Baal de las diferentes ciudades.
Una invención que demuestra el genio práctico de este pueblo fue el alfabeto (En la imagen). Las escrituras hasta entonces utilizadas -escritura cuneiforme y jeroglíficos egipcios- eran de gran complejidad y no permitían llevar cuentas minuciosas ni sostener una asidua correspondencia comercial. Los Fenicios crearon un alfabeto de 22 signos consonánticos, que simplificó y facilitó el registro escrito. Todos correspondían a sonidos simples emitidos por la voz humana. Este alfabeto comenzó a difundirse aproximadamente hacia el siglo XIV a. de C. Sirvió como base del alfabeto de los griego, quienes le agregaron las vocales.
La invención del alfabeto ha tenido consecuencias enormes en el desarrollo de la cultura y del pensamiento.
Los hebreos
El pueblo hebreo estaba integrado por pastores nómades, de origen semita y de organización patriarcal. En sus orígenes, tuvo como escenario geográfico los territorios de Caldea, en el sur de Mesopotamia, y los desiertos de la península arábiga.
Este pequeño pueblo llegó a instalarse a orillas del río Jordán -en Canaán llamada posteriormente Palestina- luego de un largo viaje desde las tierras de Mesopotamia.
En general, el territorio era pobre para la agricultura, pero constituía un camino obligado para muchas de las caravanas que viajaban entre Mesopotamia y Egipto. Por esto, desde los inicios su vida, los Hebreos estuvieron ligados al comercio.
Religión
Durante su largo viaje desde la ciudad de Ur, los Hebreos desarrollaron la creencia en un dios único llamado Yahvé, indefinible e irrepresentable.
Así, este fue el primer pueblo en la historia que tuvo una religión monoteísta, es decir, creyente en un solo dios, en ello radica el gran aporte del pueblo hebreo a la humanidad.
La historia de los hebreos y de su religión, el judaísmo, está contenida en el Antiguo Testamento, que constituye la primera parte de la Biblia.
La Biblia Hebrea comprende 45 libros de extensión muy variada, escritos por diversos autores y en diferentes épocas. Se pueden agrupar en dos grandes secciones: las leyes o Torá, llamado también Pentateuco (en griego: los cinco libros), y los textos proféticos.
Los Hebreos poseen además, el Talmud, libro que contiene las enseñanzas y comentarios de las sagradas escrituras, hechos por los maestros de la ley.

Dispersión
Durante los últimos siglos que preceden la era cristiana, numerosos judíos se diseminaron por todos los países del Mediterráneo, donde formaron grupos compactos; esto suele denominarse la Diáspora o dispersión.
La esperanza inquebrantable que los Hebreos mantuvieron en la llegada de un Mesías, Salvador, los ayudó a tolerar y soportar grandes calamidades y penurias, invasiones, conquistas y cautiverios. Esta esperanza mesiánica les ha permitido mantener hasta el día de hoy su vida religiosa y un sentimiento de unidad nacional.

Grecia: legado que perdura
La civilización griega es una de las más importantes en la historia de la humanidad. Si bien no lograron crear un país unificado, ya sea por su situación geográfica o por su sentido de la independencia, desarrollaron una cultura extraordinaria, dejándonos un legado perdurable que percibimos a diario en el mundo que nos rodea. De hecho, nuestras ideas sobre política, medicina, historia y arte son en gran parte herencia de los antiguos griegos.
Los efectos de la geografía
La Grecia antigua comenzó su existencia en la parte sur de la Península de los Balcanes (Europa). En general era un territorio montañoso, bastante pobre y de una aridez impresionante, aunque entre los cerros existían valles, lugares que los habitantes escogían para instalarse. Esto, más las accidentadas costas de las que estaba provisto, hicieron de los griegos buenos navegantes.
La vida de estas comunidades debió ser muy difícil, pero no se dejaron vencer por las desventajas de esta loca geografía y se dedicaron al comercio, a la guerra y en gran parte a la navegación. Gracias a esta última aprendieron muchas cosas de los navegantes con que mantenían contactos, pasando a ser un puente entre Oriente y Occidente. En definitiva, Grecia es la cuna de todas las civilizaciones occidentales posteriores.
Para poder comprender mejor la historia de este pueblo, tenemos que mencionar varias regiones geográficas de la Península de los Balcanes, donde se asentaron ciudades que en el pasado vieron el auge de la civilización griega.
Una de ellas es Grecia del Norte, donde se encuentran las regiones de Epiro y Tesalia; Grecia Central, donde están ubicadas Beocia y su capital Tebas, y Ática con la ciudad de Atenas; el Peloponeso, una península de la zona sur que tenía como región principal Laconia y su capital Esparta.
Pioneros de la civilización
Atenea, diosa de la guerra y la sabiduría.
Los primeros habitantes de la cuenca del Mar Egeo fueron pueblos que venían del Asia Menor y que se asentaron en la isla de Creta en el año 3.000 a.C. Este lugar estuvo habitado por pequeñas comunidades denominadas pelasgos, pero no es mucho lo que se conoce de ellos hasta hoy. Sin embargo, se cree que estos eran más avanzados que el resto de los pueblos primitivos que vivían en el continente y se les llamó civilización cretense o minoica, palabra que se rescató de Minos, el rey mitológico que tuvo la isla de Creta.
Entre los siglos XIV y XIII a.C. Grecia sufrió la invasión de los aqueos, un pueblo proveniente de la Europa Central que prácticamente arrasó con la civilización minoica. Si bien destruyeron todo lo que encontraron a su paso, tiempo después se dieron cuenta de que los pelasgos eran un pueblo bastante avanzado y adoptaron su civilización superior, fundando aldeas y ciudades, siendo Micenas la ciudad más importante.
Es precisamente aquí donde surge la civilización micénica, que debió su riqueza a la ubicación en la montaña, ya que dominaba el camino más corto entre el golfo de Argólide y el de Corinto, el que muchos comerciantes usaban, pagando a los micénicos derechos de pasaje.
Los aqueos se caracterizaron por ser buenos guerreros y muy buenos navegantes. Además, desarrollaron la agricultura y el pastoreo, al igual que la artesanía.
La sociedad micénica tenía su base en la familia patriarcal, integradas por personas de una misma descendencia y gobernada por el varón de mayor edad. La gran mayoría de las mujeres de esta sociedad eran de otras estirpes, como con frecuencia sucede en los pueblos invasores, lo que determinó el aspecto sincrético de su cultura.
La Edad Micénica duró aproximadamente 300 años (1.400 a 1.100 a.C.). Según muchos poetas, tuvieron reyes poderosos, lo que convirtió a esta época en un período heroico en el que grandes hombres realizaron numerosas hazañas.
Hacia el siglo XI a.C. Grecia fue nuevamente invadida. Esta vez fueron los dorios, una tribu que provenía de las regiones de Macedonia, Tracia y Epiro, y que conquistó prácticamente toda la península. Sin embargo, se establecieron en la Dóride, Argólida y Laconia. Otros invasores fueron los jonios, que habitaron Atenas, y los eolios, en la ciudad de Tebas.
Con la invasión doria finaliza el mundo micénico, y Grecia entra en una fase de decadencia que se prolonga hasta el año 776 a.C., período que recibió el nombre de Medievo helénico. Es aquí donde estos tres pueblos invasores se unen, recibiendo el nombre de pueblo helénico.

Ciudades-Estado
A pesar de que llevaban mucho tiempo organizados en clanes (ver glosario), los griegos comenzaron a formar polis o ciudades-estado, que eran unidades políticas soberanas e independientes, gobernadas por un rey, el cual era asesorado por un consejo de nobles.
Los griegos denominaron política a todo lo relacionado con la estructura de estas ciudades y su sistema de gobierno. Esta palabra, que utilizamos en la actualidad, tiene su origen en el término polis, que significa "ciudad".
Todas estas iniciativas prepararon adecuadamente el camino para que la democracia se instaurara por primera vez en Grecia, específicamente en Atenas, a comienzos del siglo VI .
Las ciudades-estado que lograron expandirse y dominar amplias regiones, llegando a ser las grandes potencias del mundo griego, fueron Atenas y Esparta.
La expansión griega
Impulsados por motivos económicos, sociales y políticos, los gobernantes griegos empezaron a enviar grupos colonizadores a territorios de todo el Mediterráneo, donde fundaron ciudades y difundieron su cultura. Comenzaron ocupando las costas del Asia Menor, dando origen a la cultura jónica, de la cual surgieron varios sabios y filósofos, como Pitágoras, de Samos; Tales, de Mileto; Heráclito, de Éfeso, y Demócrito; poetas como Hesíodo y Anacreonte, y el historiador Heródoto, de Halicarnaso. También establecieron ciudades desde España hasta Rusia.
Con esta expansión, los griegos pasaron de una agricultura de subsistencia a disfrutar de un auge comercial importante.
El experimento político ateniense
En Atenas se reflejaron de mejor forma los diversos ensayos políticos que vivió Grecia y de los cuales Occidente es su heredero. La monarquía fue reemplazada por una oligarquía (ver glosario) , la que luego de una gestión brutal y ante la exigencia del pueblo por contar con leyes escritas que regularan la vida en sociedad, dio paso a un legislador llamado Dracón, quien redactó los preceptos reclamados.
Sin embargo, esta normativa era muy estricta con el pueblo, pero permisiva con los oligarcas. Por ejemplo, la pena de muerte se aplicaba a delitos casi sin importancia, como robarse un repollo. De ahí surge el término draconiano para describir a una persona o legislación cruel e inhumana.
Distinto fue el caso de Solón, otro legislador, que abolió la esclavitud por deudas y creó tribunales compuestos por ciudadanos de todos los grupos sociales, fundamentados en su capacidad económica (timocracia). Sin embargo, esta reforma fue rechazada por la aristocracia ateniense, la que, liderada por Pisístrato, respondió a este nuevo orden de cosas tomando el poder por la fuerza y convirtiendo a Pisístrato en tirano en el año 561 a.C. Con todo, no se pudieron eliminar las reformas de Solón y quedó abierto el camino para que las clases más pobres se involucraran en el poder, objetivo que lograron a través de un noble llamado Clístenes.
Choque de potencias
Debido a su propagación fuera de sus tierras, los griegos no tardaron en enfrentarse con otras potencias: los medos y los persas, en un conflicto que se llamó Guerras Médicas.
Fue Darío, el rey de los persas, quien dio el primer paso al conquistar Tracia, arrastrando consigo a varios territorios y ciudades griegas, en el año 512 a.C. Con la ayuda de Atenas, los jonios de Asia Menor, bajo dominio persa, se rebelaron y expulsaron a los tiranos. Dos años después, Darío exigió sumisión a las ciudades griegas. Atenas y Esparta no aceptaron y el 12 de septiembre de 490 a.C. el ejército ateniense, a cargo de Milcíades el Joven, derrotó a los persas en la ciudad de Maratón, salvando a toda Grecia.
En el año 480 a.C., Jerjes, hijo del ya fallecido Darío, atacó a los griegos. Estos idearon una estrategia, ya que sabían que solo podrían derrotarlo en un lugar estrecho, y el paso de las Termópilas, situado a 160 kilómetros de Atenas, cumplía con ese requisito.
Leónidas, rey de Esparta, al mando del ejército griego, podría haber triunfado si no hubiera sido por la traición de un pastor, quien les enseñó a los persas un camino para llegar por las espaldas de los griegos.
Aunque estaba perdido, Leónidas no se rindió y se mantuvo en el paso junto a 300 espartanos y 6.000 hoplitas (ver glosario), con quienes murió defendiendo a su patria. Después, los persas entraron en Atenas y la quemaron completamente.
Sin embargo, una flota construida por Temístocles, general y político ateniense, combatió a los barcos persas frente a la isla de Salamina. Como el lugar era muy angosto, los persas no pudieron desplegar completamente su armada, lo que llevó a un triunfo indiscutible de los griegos, que terminó con las Guerras Médicas.
Clases en las polis
Las polis albergaban diferentes tipos sociales: el rey y los nobles, que formaban parte del Consejo y que controlaban la tierra y el ganado; el pueblo, integrado por comerciantes y campesinos y artesanos, que era representado en la asamblea que ratificaba las decisiones del Consejo, y los siervos y esclavos, que no podían tomar parte en la vida política.

La Guerra de Troya: ¿mito o realidad?
Esta guerra llegó a nuestros oídos gracias a Homero, quien vivió con anterioridad al año 700 a.C. y escribió el poema épico La Ilíada, donde narró todos los detalles y vivencias de este conflicto entre las ciudades de Micenas y Troya. Se cree que la región asiática del Mar Negro era dominada por los troyanos, lo que les permitió obtener mucha riqueza cobrando peaje a cada uno de los comerciantes que por ahí pasaba. A raíz de esto, los aqueos decidieron apoderarse de este lugar y atacaron Troya con un gran ejército liderado por Agamenón, rey de Micenas. Finalmente, y después de diez años, Troya quedó totalmente destruida.
Según la versión poética de Homero, la guerra de Troya estalló cuando el príncipe troyano Paris se llevó a su tierra a Helena, la esposa del rey Menelao, hermano de Agamenón. Troya dominaba el estrecho de los Dardanelos, que comunica el Mediterráneo con el Mar Negro, y además las costas del Asia Menor, lo que la hacía gozar de un monopolio comercial. Cada vez más, el mundo micénico se abría al comercio, por lo que Troya era un obstáculo para los micénicos que, ante tan poderosos argumentos comerciales, se unieron bajo el mando de Agamenón para destruir Troya. Pero al margen de esto, Menelao, para vengarse de Paris y recuperar a su mujer, formó un poderoso ejército al mando de su hermano, que terminó por dejar solo ruinas de esta antigua ciudad.
Según la mitología, los griegos vencieron gracias a un ingenioso truco: construyeron un gran caballo de madera y lo dejaron en las afueras de la ciudad. La curiosidad de los troyanos hizo que el caballo fuera arrastrado al interior de Troya, pensando que el ejército griego se había retirado. Pero lo que no sabían era que dentro del caballo estaban escondidos los soldados griegos, quienes saltaron desde el interior atacando a todos los troyanos y destruyendo totalmente la ciudad de Troya.
El centro político
Durante mucho tiempo la vida en Grecia estuvo dominada por los clanes, agrupaciones de familias poderosas con un antepasado mítico. Pero muy pronto los griegos comienzan a organizarse en polis o ciudades-estado, que eran unidades políticas soberanas. Si bien cada comunidad era vecina, eran totalmente independientes y gobernadas por un rey asesorado por un consejo de nobles. Esta idea surgió luego de la destrucción de los reinos micénicos por invasiones extranjeras, por lo que se crearon estas ciudades-estado. Estas constaban de un centro fortificado, una ciudad residencial y comercial a los pies de este, y un territorio rural que rodeaba a la ciudad y que servía para la ganadería y la agricultura, donde ocasionalmente se levantaban pequeñas aldeas.
Dentro de cada polis se diferenciaban diversos grupos. Por un lado estaban el rey y los nobles, que controlaban la tierra y el ganado y formaban parte del Consejo. Por otro, el pueblo, compuesto por campesinos y artesanos, que era representado en la asamblea encargada de ratificar las decisiones del Consejo. y finalmente los siervos y esclavos, que no formaban parte de la vida política.
Sin embargo, a pesar de esta prolija organización, solo Atenas y Esparta lograron expandirse y dominar amplias regiones, llegando a ser las grandes potencias del mundo griego. Lo relativo a la estructura de estas ciudades y su sistema de gobierno se denominó política, palabra que utilizamos en la actualidad y que proviene del término polis, que significa “ciudadý.
Los integrantes de cada polis se reunían frecuentemente a discutir ciertos temas relacionados con la libertad, muy importante para ellos, y a tomar decisiones sobre la administración de la ciudad o cambiar al gobernante si no cumplía con sus obligaciones. El magistrado al que se confiaba el gobierno recibía el nombre de arkhos, que deriva de la palabra “gobernar”. De ella deriva la palabra castellana arconte.
Grecia se expande
Pitágoras
La población griega fue multiplicándose con el tiempo, y la escasez de tierras fértiles no proporcionaba la cantidad de alimentos necesarios para vivir. Los gobernantes comenzaron a enviar grupos colonizadores a territorios de todo el Mediterráneo, donde fundaron ciudades y difundieron su cultura. Comenzaron ocupando las costas del Asia Menor, dando origen a la cultura jónica, de la cual surgen varios sabios y filósofos, como Pitágoras, Tales de Mileto, Heráclito y Demócrito; poetas como Hesíodo y Anacreonte, y el historiador Heródoto.
Pero esta expansión no llegó hasta aquí. El pueblo griego continuó su camino hacia otras latitudes, fundando ciudades desde España hasta Rusia. Los motivos que tuvieron para llevar a cabo la colonización fueron más que nada económicos, sociales y políticos. Sin embargo, esto tuvo consecuencias, ya que las ciudades griegas pasaron de una vida dedicada a la agricultura de subsistencia a un auge comercial, con gran cantidad de importaciones de puntos como Sicilia o el Mar Egeo. Iniciaron la fabricación de cosas para exportar, lo que los llevó a enriquecerse rápidamente, pero también a endeudarse y convertirse en esclavos. Es en esta época cuando aparecen los tiranos, que a diferencia de lo que hoy pensamos de ellos, eran personas comunes, incluso muy buenas, pero que no heredaban el poder sino que lo ejercían sin derecho sobre alguna ciudad. Además, por lo general trataban de beneficiar los intereses del pueblo, favorecer a los pequeños propietarios, artesanos y comerciantes. A pesar de su inestabilidad, las tiranías lograron superar a las aristocracias, favoreciendo el crecimiento de un poder público y dando paso a la democracia, que se instauró por primera vez en Atenas a comienzos del siglo VI.
Esparta: de alma guerrera
Esparta fue originalmente una ciudad aquea del interior, es decir, no costera. En la Era Micénica tuvo mucha importancia, pero luego cayó en un largo período de oscuridad al ser tomada por los dorios. Entre 1100 y 800 a.C. se levantó y llegó a ser la soberana dentro de la región de Laconia.
En esta ciudad, los únicos ciudadanos con derecho eran los dorios conquistadores, que tomaron el nombre de espartanos. Exentos de las tareas agrícolas se dedicaban al gobierno, a la caza y al entrenamiento militar y deportivo. El comercio quedaba a cargo de los periecos, hombres libres pero sin poder político. La gran mayoría de la población eran los ilotas o esclavos, tratados cruelmente y carentes de derechos. De hecho, una vez al año se les golpeaba en forma brutal sin causa aparente, y cuando se consideraba que habían crecido mucho en cantidad, los asesinaban durante la noche, acto que recibió el nombre de criptia.
En la cúspide del gobierno de Esparta habían dos reyes (diarquía), con funciones militares y religiosas. Pero el poder real estaba en manos de un Senado de 28 ancianos ilustres (todos mayores de 60 años), llamado gerusía.
Esparta era básicamente una ciudad guerrera, siempre lista para combatir. Los niños eran el blanco de la preparación militar, y al nacer, si no eran sanos, se les abandonaba y dejaba morir. A los siete años los separaban de su madre y se les daba crianza en cuarteles, enseñándoles a sobrevivir en medio de la nada y sin alimentos. Al llegar a la edad adulta se convertían en las “murallas de Esparta”, ya que la ciudad carecía de fortificaciones
En cuanto a la mujer, podemos decir que su principal misión era dar al Estado hijos sanos y fuertes.
Esparta, luego de la Guerra del Peloponeso, se convirtió en la potencia dominante en Grecia; pero también proyectó un tipo de vida cruel y hostil.
Los tiempos de Pericles
Después de la batalla naval de Salamina, Atenas fortaleció su poder y con las riquezas que le proporcionaba el comercio, los atenienses rehicieron y embellecieron su ciudad bajo la atenta supervisión de Pericles, quien gobernó a partir del año 460 a.C. La gran prosperidad cultural y económica de la que gozó Atenas en esa época, además de la preocupación de este gobernante por lograr que todos los ciudadanos fueran iguales ante la ley, ha llevado a considerar este período como el más significativo de la historia griega, llamado por eso el Siglo de Oro de Pericles.
Guerra fratricida
El auge de Atenas despertó los recelos de Esparta, lo que se transformó en una fuerte hostilidad entre ellas. De hecho, Esparta creó la Liga del Peloponeso, en contrapeso a la Confederación de Delos formada por Atenas junto con las principales ciudades jónicas.
No podía pasar mucho tiempo hasta que estallara la guerra entre ambas ciudades. Este conflicto, que involucró a toda Grecia, fue conocido como la Guerra del Peloponeso, y abarcó desde el 431 a.C. hasta el 404 a.C., aunque tuvo breves momentos de paz.
Con la ayuda de los persas, Esparta logró vencer a Atenas, lo que produjo la decadencia de la antigua Grecia. Pero esta victoria prácticamente fue una ilusión, porque en corto tiempo Atenas logró levantarse, y la ciudad de Tebas gozó de cierto dominio en la península gracias a sus grandes generales Pelópidas y Epaminondas.
Sin embargo, las conquistas posteriores del rey de Macedonia, Filipo II, provocaron la decadencia de los griegos.
El fenómeno Alejandro Magno
Curiosamente, el ocaso griego permitió al hijo de Filipo II, Alejandro Magno, llevar la cultura griega por todo el mundo.
Con apenas 22 años y comandando un ejército de 40.000 soldados, Alejandro arremetió contra los persas, que ante la impotencia de Atenas y Esparta, intentaban controlar el territorio griego.
Alejandro tuvo éxito y derrotó a los persas no solo en Grecia, sino que además conquistó Asia Menor y Egipto, también bajo el dominio persa.
En el país de los faraones fundó Alejandría, que sería una de las ciudades más famosas del mundo antiguo, conocida sobre todo por su gran biblioteca, compuesta por 700 mil textos.
Luego de obtener la sumisión de Mesopotamia y de invadir la India, sus hombres se negaron a continuar luchando. Entonces, obligado por las circunstancias, Alejandro se dedicó a reorganizar su gobierno. Sin embargo, con solo 33 años y después de una corta y extraña enfermedad, este genio conquistador muere en el 323 a.C., no sin antes dejar tras suyo un inmenso imperio.
La repartición del poder
Luego de la muerte de Alejandro Magno, sus 34 generales se disputaron arduamente el poder. Producto de esa lucha, se formaron tres grandes reinos: el de Egipto, con la dinastía de los Ptolomeos; el de Siria, donde reinó la dinastía de los Seléucidas, y el de Macedonia, con la dinastía de Antígono Gonatas.Si bien hubo intercambio de elementos helénicos, macedónicos y orientales que dieron como resultado lo que hoy llamamos cultura helenística, la influencia mayor fue la de los helenos. Pero la cultura helenística era muy diferente a la griega, pues esta última era sobria, moderada y con activa participación del pueblo, mientras que la primera era lujosa y soberbia.
Con el tiempo las ciudades de Antioquía, Pérgamo y Alejandría fueron los centros más importantes del desarrollo cultural helenístico. Se edificaron museos, bibliotecas, teatros y academias, a los que asistían los pensadores más importantes del mundo antiguo, como Euclides y Arquímedes.
Herencia invaluable
El legado que nos dejó Grecia en todas las áreas del saber humano es cuantioso. Aquí van algunos ejemplos:
Historia: El padre de la historia era griego y se llamaba Heródoto. Nació en el año 484 a.C. y fue el primero en recopilar metódicamente los hechos que iban aconteciendo en el mundo, lo cual hizo en sus Nueve Libros de la Historia (“Guerras Médicas”).
Matemáticas: Su principal exponente griego fue Pitágoras, quien, entre otros aportes, dedujo el teorema que lleva su nombre. Él, aparte de ser un matemático, también fue un filósofo, que luego de viajar por muchos países de Oriente fundó una escuela en Crotona (Magna Grecia).
Medicina: Quien dio un giro definitivo a esta especialidad fue Hipócrates, pues consideró el aspecto puramente natural de las enfermedades, rechazando las interpretaciones mágicas y religiosas que prevalecían en su época.
Filosofía: Los filósofos (amantes del saber) más destacados en la antigua Grecia fueron tres: Sócrates, Platón y Aristóteles. El primero trató que los individuos desarrollaran su pensamiento mediante largas conversaciones, logrando que reconocieran sus errores y la verdad. Suya es la frase: “Solo sé que nada sé”.
A su vez, Platón, discípulo de Sócrates, permitió que las enseñanzas de su maestro llegaran a nosotros, al escribir los Diálogos de Sócrates. Proponía que los hombres actuaran de acuerdo con la razón, buscando la verdad, la belleza y el bien.
El método de Aristóteles para llegar a la verdad era más científico que el de Sócrates y consistía básicamente en la deducción. Su pensamiento tuvo gran influencia en el mundo occidental hasta fines de la Edad Media.
El arte: Otra área donde los griegos nos dejaron un rica herencia fue en el arte. En la arquitectura destacan sus columnas, ya que todos los monumentos de este pueblo están sostenidos o decorados por ellas (ver infografía).
En cuanto a la escultura, su mayor característica era la idealización del cuerpo y los rostros. Además, lograron en sus obras el dinamismo, que les daba una clara sensación de movimiento. Famosas son las esculturas de Apolo y Venus.
Teatro: En Grecia fue donde la tragedia alcanzó su más notable período, con tres importantes autores: Esquilo, Sófocles y Eurípides. En la comedia sobresalió Aristófanes.

Atenas: época de cambios
Esta ciudad logró sobrevivir a la invasión dórica y lentamente fue construyendo lo que la antigüedad conocería como Atenas. Como otras ciudades de la antigua Grecia, cambió la monarquía por una oligarquía, compuesta en este caso por nobles (eupátridas o bien nacidos), que anualmente elegían a magistrados llamados arcontes. Sin embargo, esto no duró mucho tiempo, pues su gobierno fue brutal; en Atenas floreció la actividad comercial, lo que llevó a los ciudadanos a protestar en contra de la política que se estaba utilizando, y a exigir leyes escritas que regularan la vida en sociedad. El primero que se estableció fue el código de leyes atribuido a un legislador semilegendario llamado Dracón, caracterizado por ser muy estricto con el pueblo y muy liviano con los oligarcas. La pena de muerte se aplicaba a delitos casi sin importancia o muy pequeños, como robarse un repollo. De ahí surge el término draconiano para describir a una persona o legislación cruel e inhumana. Sin embargo, al ser un código escrito, podía sufrir modificaciones, lo que hizo Solón aboliendo la esclavitud por deudas, creando tribunales integrados por ciudadanos comunes y no con nobles, y estimulando la inmigración de artesanos calificados.
Esta reforma no fue bien recibida por toda la aristocracia ateniense. Los nobles, encabezados por Pisístrato, respondieron a esta situación tomando el poder por la fuerza, convirtiéndose este en tirano en el año 561 a.C. Pero debemos decir que de tirano no tenía mucho, ya que no fue capaz de deshacer las reformas de Solón e incluso fue bastante blando en sus normas para con el pueblo. Luego de ser sucedido en el poder por sus dos hijos, llegó a la cabeza un noble llamado Clístenes, de orientación democrática, que incorporó a las clases más pobres al poder.
Pero lo que Grecia no se imaginaba era que en poco tiempo enfrentarían una guerra con los persas.
De Grecia a las Olimpiadas
Los griegos eran muy buenos deportistas, lo que se veía reflejado en todas las actividades que realizaban. Cada cuatro años organizaban competencias deportivas, llamadas Juegos Olímpicos porque se celebraban en la ciudad de Olimpia, donde hasta el odio y el rencor eran olvidados. También se les daba un carácter religioso, y en vez de premiar con medallas de oro, plata y bronce, se les otorgaban ramas de olivo, el árbol sagrado de la diosa Atenea. Estos juegos se realizaban en honor a Zeus. Los primeros Juegos Olímpicos de la antigüedad se iniciaron el año 776 a.C., celebrándose hasta el siglo IV d.C. Su renacimiento moderno comenzó en 1896, cuando fueron organizados por Atenas.

La nube persa
Las Guerras Médicas son llamadas así porque en ellas se enfrentó Grecia con los medos y los persas, que se habían apoderado de las colonias griegas del Asia Menor. Para entender mejor este conflicto, podemos dividirlo en tres períodos: período de Darío, período de Jerjes y período de la confederación de Delfos.
Durante la primera etapa, los persas, bajo el mando de Darío que en el año 512 a.C. volvieron sus ojos sobre Tracia y la dominaron, cayendo con ella varios territorios y ciudades griegas. Los jonios, bajo dominio persa, se rebelaron y expulsaron a los tiranos. Además, pidieron ayuda a Esparta y Atenas, aunque esta última fue quien se lo concedió. Dos años después, Darío, enfurecido con esta situación, les exigió a las ciudades griegas que se sometieran a los persas, lo que algunas de ellas aceptaron por temor. Sin embargo, Atenas y Esparta lograron sublevarse, y el 12 de septiembre de 490 a.C. el ejército ateniense, a cargo de Milcíades el Joven, se lanzó contra los persas en la llanura de Maratón, y los venció. Aquel día, Atenas salvó a Grecia.
Darío murió cinco años después y lo sucedió su hijo Jerjes, quien no solo quiso castigar a los atenienses, sino también echar abajo todo su poderío, para lo que preparó una gran expedición. Mientras tanto, los griegos consultaban al oráculo de Delfos, quien les dijo que “solo la muralla de madera quedaría sin conquistar”. Fue así como un noble ateniense llamado Arístides propuso construir un gran muro de madera en torno a la acrópolis. Pero Temístocles, otro noble demócrata, dijo que la muralla de madera era una metáfora para hablar de los barcos de madera de una flota. Se hizo una votación y ganó este último, lo que trajo como consecuencia el exilio de Arístides.
En el año 480 a.C., Jerjes inició su marcha hacia Grecia. Los griegos sabían que solo podrían vencerlo en un lugar estrecho, por lo que eligieron el paso de las Termópilas, a 160 kilómetros de Atenas, y que en esa época no tenía más de 15 metros de ancho. Fue ahí donde se enfrentaron los ejércitos persas y griegos, este último al mando del rey de Esparta, Leónidas. Pero fue traicionado por un pastor, que mostró a los persas un camino oculto para atacarlos por la espalda. Sin embargo, Leónidas no quiso rendirse y se quedó defendiendo el paso junto a 300 espartanos, quienes murieron por Grecia.
Los griegos de la ciudad comenzaron a huir a las islas cercanas, y los barcos de la flota construida por Temístocles se trasladaron cerca de la isla de Salamina. Los persas entraron en Atenas y la quemaron completamente.
Como dijo el oráculo, solo la muralla de madera, es decir, la flota, sobreviviría. Frente a la isla de Salamina, esta se enfrentó a los barcos persas. Sin embargo, como el lugar era muy angosto, los persas no pudieron desplegar completamente su flota, lo que llevó a un triunfo indiscutible de los griegos. Jerjes, cansado de todo este conflicto, volvió a Persia y nunca más volvió su odio contra los griegos.
Las Guerras Médicas volvieron a Atenas y Esparta las ciudades más poderosas de Grecia. Pero Esparta miraba con recelo a su rival, ya que Atenas se había dedicado a las conquistas marítimas y a proteger a las ciudades del Asia Menor. Atenas formó la Confederación de Delfos con las principales ciudades jónicas, a la cual cada ciudad debía facilitar hombres, dinero y barcos. Si bien la flota podía proteger a muchas ciudades, no lo podía hacer lo mismo con Atenas, por lo que Temístocles la mandó amurallar, provocando inquietud entre los espartanos.
Venus de Milo (100 a.C.)
El Siglo de Oro
Atenas, destruida durante las Guerras Médicas y victoriosa en la batalla naval de Salamina, ganó un considerable prestigio. Con los recursos que les producía el comercio, los ateniense se dedicaron a reconstruir y embellecer su ciudad bajo la dirección de Pericles, quien gobernó a partir del año 460 a.C. El gran auge cultural y económico del que gozó Atenas en esa época es considerado el período más esplendoroso de la historia griega, llamado por lo mismo Siglo de Oro de Pericles.
Pericles era un gran demócrata, que se preocupó de que sus ciudadanos fueran todos iguales ante la ley. Esto excluía a extranjeros y esclavos, ya que no eran considerados ciudadanos. Sin embargo, la voz del pueblo era muy importante para Pericles, por lo que se podían expresar fundamentalmente a través de tres instancias: el Consejo o Bulé, la Asamblea Popular y la Magistratura.
El siglo de Pericles se caracterizó por la confianza en la capacidad del pueblo ateniense para dirigir todo tipo de asuntos de Estado. Sin embargo, esa confianza terminó por traicionarlos, y los intereses de los hombres se antepusieron a los de la comunidad, decayendo así la democracia.
La Guerra del Peloponeso
Como ya dijimos, luego de la victoria de Salamina Atenas se engrandeció, alcanzando prestigio y poderío. Esto se tradujo en una fuerte rivalidad con Esparta, que creó la Liga del Peloponeso, temerosa de ser dominada por Atenas. Esto provocó una gran guerra entre ambas, conocida como la Guerra del Peloponeso, que se extendió desde el 431 a.C. hasta el 404 a.C., con pequeños períodos de paz. En ella participó toda Grecia, aliándose las ciudades con una u otra de las partes. Apoyado por los persas, Esparta venció a Atenas, lo que trajo como consecuencia la decadencia de la Antigua Grecia. Sin embargo, poco les duró el sabor a triunfo a los espartanos: en breve tiempo perdieron su supremacía; Atenas logró rehacerse con rapidez, y la ciudad de Tebas comenzó un breve período de auge bajo sus grandes generales Pelópidas y Epaminondas; pero todas fueron opacadas por las conquistas posteriores de Filipo II de Macedonia, que culminaron con la derrota de los griegos. La decadencia griega permitió al hijo de Filipo II, Alejandro Magno, expandir la cultura griega por todo el mundo.
La grandeza de Alejandro Magno
Cuando Filipo murió, Alejandro tenía apenas 22 años, pero esto no fue obstáculo para que heredara un reino, un ejército y una tradición militar, además de una educación a cargo de uno de los pensadores más grandes de todos los tiempos: Aristóteles.
En esta época, Atenas y Esparta estaban muy debilitadas, al contrario de Macedonia, que estaba adquiriendo gran poder. Por lo mismo, Alejandro quería vencer a toda costa a los persas y debilitar su poder en Grecia. Con un ejército compuesto por más de 40 mil soldados, logró dar la pelea y triunfar sobre Persia, conquistando Asia Menor y Egipto, que estaban en poder de estos, lo que lo convirtió en el gran libertador. Es precisamente en Egipto donde funda la más famosa ciudad del mundo antiguo: el puerto de Alejandría, famoso por una gran biblioteca compuesta por 700 mil libros.
Tras la conquista de Mesopotamia y luego de penetrar en la India, donde sus hombres se niegan a seguir adelante, se dedicó a reorganizar su gobierno. Se preocupó de mezclar a griegos con bárbaros, ordenando una ceremonia masiva donde soldados griegos y macedonios se casaran con mujeres asiáticas. En el año 324 a.C. murió su mejor amigo, Hefestión, lo que lo sumió en la más amarga melancolía. Un año después murió producto de una corta y extraña enfermedad.
Decadencia de un reino
Dios Apolo
Cuando Alejandro falleció, no había nadie que pudiera sucederlo en el trono. Antes de morir dijo que el poder lo heredaría el más fuerte, pero en su familia no había nadie que tuviese las condiciones para hacerlo. Solo estaban sus generales, que a estas alturas estaban repartidos por toda la extensión del imperio conquistado. Estos, que eran 34, querían a toda costa llegar al poder, lo que los llevó a enfrentarse durante mucho tiempo. Como consecuencia, se formaron tres grandes reinos, encabezados por generales de Alejandro: el de Egipto, con la dinastía de los Ptolomeos; el de Siria, donde reinó la dinastía de los Seleucidas; y el de Macedonia, con la dinastía de Casandro
La mezcla que se produjo, de elementos helénicos, macedónicos y orientales, dio como resultado lo que hoy llamamos cultura helenística, aunque prevaleció la de los helenos por sobre las otras.
Las ciudades de Antioquía, Pérgamo y Alejandría se transforman en los centros más importantes de desarrollo cultural helenístico. Se construyen museos, bibliotecas, teatros y academias visitados por los pensadores más importantes del mundo antiguo, como Euclides y Arquímedes.
Euclides
La cultura griega era distinta a la que la civilización helenística estaba viviendo. La primera se caracterizó por ser sobria y moderada, y todo el pueblo participaba de ella; la cultura helenística, en cambio, era lujosa y soberbia, y estaba disponible solo para los más ricos.
De todos los reinos helenísticos, Egipto fue el que más sobresalió. Un general de
Alejandro llamado Tolomeo y sus descendientes gobernaron en él durante tres siglos, preocupándose por la cultura. Su último monarca notable no fue un hombre, sino una mujer que más tarde daría mucho que hablar: Cleopatra. Seguramente pensarás que era egipcia, pero realmente era macedónica y su nombre, de origen griego, quería decir “padre famoso”. Su padre fue Tolomeo XI.
Después de la época de Cleopatra, los reinos helenísticos fueron conquistados por Roma, absorbiendo toda la cultura griega. De aquí en adelante comienza la cultura greco-romana.

Conocimiento griego
Matemáticas griegas
¿Recuerdas que en el colegio te enseñaron el teorema de Pitágoras? Seguramente tu profesor de matemáticas intentó explicártelo muchas veces antes de que entendieras que en un triángulo rectángulo, la suma de los cuadrados de los catetos es igual al cuadrado de la hipotenusa. Pero lo que tal vez no sabías es que Pitágoras era un matemático y filósofo griego, que luego de viajar por muchos países de Oriente, fundó una escuela en Crotona (Magna Grecia).
Juramento de Hipócrates
Cuando se reciben, los estudiantes de medicina deben prestar un juramento llamado Juramento de Hipócrates, que entre otras cosas dice: “Ni aún ante un pedido insistente proporcionaré a ninguna persona un remedio mortal, ni daré a persona alguna tal consejo...”. Hipócrates es considerado el padre de la medicina. Su filosofía consistió en una visión puramente natural de las enfermedades y en el rechazo de las interpretaciones mágicas y religiosas que predominaban en su época.
El arte que trasciende
Una de las características más importantes del arte griego fueron sus columnas arquitectónicas, ya que todos los monumentos de este pueblo están sostenidos o decorados por ellas. Las había de tres órdenes: dórica, jónica y corintia. La dórica, la más antigua, no tiene base; su fuste (parte entre la base y el capitel) es macizo y acanalado, y su capitel (parte superior) es sencillamente un tablero de piedra. La jónica reposa en un asiento llamado basa; el capitel está adornado con dos volutas o adornos en espiral con forma de cuernos de carnero. La corintia, posterior a las citadas, tiene un capitel más adornado, que representa un ramillete de hojas de acanto
Ruinas del Templo de Heras
Por lo general los templos tenían en su interior una cámara con la imagen de la divinidad a la que estaban consagrados, y otra donde se depositaban ofrendas y tesoros. En el frontis se levantaba un pórtico que siempre iba rodeado de columnas.
En cuanto a la escultura, los griegos se preocupaban mucho del cuerpo humano, que debía ser sano y bien constituido para ser hermoso. Básicamente, esculpían modelos naturales, pero muchas veces improvisaban. Pero sin duda su mayor característica era la idealización del cuerpo y los rostros. Si bien en un principio las figuras eran muy rígidas, con el tiempo los griegos impusieron el dinamismo, que le daba mayor credibilidad a los cuerpos en movimiento.
En general, el arte griego era de una belleza inigualable. Pero fue Atenas la ciudad que rompió con todos los cánones de hermosura. La parte más alta, llamada Acrópolis, que había servido como refugio en los primeros tiempos, se convirtió en el verdadero centro espiritual de la ciudad. Su construcción más importante fue el Partenón, templo levantado en honor de la diosa Atenea. Su construcción, en la que se utilizó mármol blanco, duró 15 años. En su interior había una gran estatua de Atenea creada por un escultor llamado Fidias. Otro de los edificios destacados de esta época es el Erecteon, levantado en honor a Erecteo, un héroe legendario de Atenas.
Teatro al aire libre
Discóbolo
En la ciudad de Atenas se celebraba año a año un festival de teatro en honor a Dionisos, dios de la alegría o dios del vino. Esta era una gran fiesta a nivel de comunidad. Se dejaba de trabajar, se paraba el comercio e incluso las cárceles quedaban vacías. Temprano en la mañana todos se dirigían a él y pasaban todo el día allí, no solo por entretención, sino porque el teatro tenía una función educativa.
Por lo general los teatros eran abiertos, y allí la tragedia (obra dramática seria) alcanzó sus más notables cumbres con tres importantes autores: Esquilo, Sófocles y Eurípides. En la comedia predominó la figura de Aristófanes.
Los años posteriores
Como dijimos, la herencia griega pasó a manos de los romanos, quienes se encargaron de extenderla a las épocas que vinieron. En el siglo V, la parte oriental del Imperio Romano (Imperio Bizantino) fue una entidad independiente, de cultura, lengua y tradición griegas. Tras la caída de este imperio en manos de los turcos otomanos en 1453, los sabios de Bizancio contribuyeron al Renacimiento con el aporte del pensamiento griego clásico y la tradición jurídica romana.
El 25 de marzo de 1821 se inicia el movimiento independentista en el Peloponeso, la antigua patria griega, que duró hasta 1829, año en que se reconoce formalmente la independencia de Grecia.
Hoy en día la República Helénica, nombre oficial de Grecia, es un país europeo situado al sur de la península de los Balcanes. Su superficie de 131.957 km2 e incluye numerosas islas en los mares Jónico y Egeo, limitando con Turquía, Bulgaria, Yugoslavia y Albania.

Mitología griega
Creencias y observancias rituales de los antiguos griegos, cuya civilización se fue configurando hacia el año 2000 a.C. Consiste principalmente en un cuerpo de diversas historias y leyendas sobre una gran variedad de dioses.
La mitología griega se desarrolló plenamente alrededor del año 700 a.C. Por esa fecha aparecieron tres colecciones clásicas de mitos: la Teogonía del poeta Hesíodo y la Iliada y la Odisea del poeta Homero.
La mitología griega tiene varios rasgos distintivos. Los dioses griegos se parecen exteriormente a los seres humanos y revelan también sentimientos humanos.
Principales dioses
Los griegos creían que los dioses habían elegido el monte Olimpo, en una región de Grecia llamada Tesalia, como su residencia. En el Olimpo, los dioses formaban una sociedad organizada en términos de autoridad y poderes, se movían con total libertad y formaban tres grupos que controlaban sendos poderes: el cielo o firmamento, el mar y la tierra. Los doce dioses principales, habitualmente llamados Olímpicos, eran Zeus, Hera, Hefesto, Atenea, Apolo, Ártemis, Ares, Afrodita, Hestia, Hermes, Démeter y Poseidón.
Zeus era el dios supremo, padre espiritual de los dioses y de los hombres. Su mujer, Hera, era la reina de los cielos y la guardiana del matrimonio.
Otros dioses asociados con los cielos eran Hefesto, dios del fuego y de los herreros, Atenea, diosa de la sabiduría y de la guerra, y Apolo, dios de la luz, la poesía y la música. Ártemis, diosa de la fauna y de la luna, Ares, dios de la guerra y Afrodita, diosa del amor, eran otros dioses del firmamento.
Quienes los reunían eran Hestia, diosa del hogar, y Hermes, mensajero de los dioses y soberano de la ciencia y la invención. Poseidón era el soberano del mar y, junto con su mujer Anfitrite, guiaba a un grupo de dioses marinos menos importantes, tales como las nereidas y los tritones. Démeter, la diosa de la agricultura, estaba vinculada a la tierra. Hades, un dios importante pero generalmente no considerado un olímpico, regía el mundo subterráneo, donde vivía su mujer, Perséfone. El submundo era un lugar oscuro y lúgubre situado en el centro de la tierra. Lo poblaban las almas de las personas que habían muerto.

Los dioses griegos
Zeus
Padre de todos los dioses. Tenía en sus manos el destino de todos los humanos. Dios de todos los fenómenos de la naturaleza.
Hera
Esposa de Zeus. Diosa del matrimonio, protectora de la familia y las mujeres casadas.
Atenas
Diosa de la sabiduría y del conocimiento
Poseidón
Dios del mar y de los terremotos
Demetría
Diosa de la agricultura y la fecundidad.
Apolo
Hijo de Zeus. Dios de la luz, la profesía. El más bello.
Artemisa
Diosa de la luna y la cacería. Hermana gemela de Apolo. Protectora de los cazadores y de los hombres puros e inocentes.
Hermes
Mensajero de los dioses. Protector de los viajeros, ladrones y comerciantes.
Afrodita
Diosa de la belleza, del deseo y del amor.
Ares
Dios de la guerra.
Hefesto
Dios del fuego y del arte.
Dionisio
Dios del vino.
Aslepio
Dios de la medicina.
Helio
Dios del sol y la luz
Hades
Dios del mundo subterráneo y de los muertos.
Gea
La Tierra
Pan
Dios de los bosques. Mitad hombre y mitad cabra.
Priapo
Dios de la fecundidad.
Temis
Diosa de la justicia y del cumplimiento de las leyes entre los dioses y hombres.
Hestia
Diosa del Hogar.


Roma: la civilización eterna
Si los griegos fueron los precursores de la cultura occidental, los romanos se preocuparon de imponer sus bases en la mayor parte del mundo, desde el extremo norte de África hasta la península Ibérica y Gran Bretaña, y desde el océano Atlántico al mar Caspio. Gracias al poder de su imperio, las normas e instituciones que ellos heredaron de los griegos, y las propias que crearon, todavía siguen aplicándose.
Esta unión de conocimientos es llamada cultura greco-romana, de la cual heredamos la lengua, de la cual provienen idiomas como el español, francés e italiano; el derecho, las instituciones republicanas y la religión cristiana.Por eso es tan importante conocer algo más de esta civilización que aún continúa presente entre nosotros.
Los orígenes
La Península Itálica, ubicada entre el centro de Europa y el mar Mediterráneo (la que, si te fijas, tiene la forma de una bota), fue el sitio donde surgió la cultura romana. Sobre sus comienzos la información es confusa, ya que la leyenda se mezcla con la realidad (ver recuadro).
Sin embargo, los diversos estudios permiten creer que esta región fue poblada alrededor del 2000-1500 a.C. por algunos pueblos nómades. Las aldeas levantadas en las siete colinas -Capitolio, Quirinal, Viminal, Esquilino, Celio, Aventino y Palatino- al sur del río Tíber, donde se instaló el pueblo latino, se unieron, tal vez en el siglo VIII a.C., creando Roma.
Los reyes (753–509 a.C.)
Según la leyenda, Rómulo fue el primer rey y el fundador de Roma. A él se debería la creación del Senado. Su sucesor fue el sabino Numa Pompilio, quien reglamentó la mayor parte de las ceremonias religiosas, reformó el calendario y construyó el templo del dios Jano, cuyas puertas se cerraban durante la paz y se abrían cuando se iniciaba una guerra.
Después reinó Tulio Hostilio, que era romano. Fue un rey belicoso que incluso declaró la guerra a Alba Longa -capital de la región del Lacio-, a la cual destruyó.
Durante el mandato de Anco Marcio, el territorio de Roma se expandió hasta el mar, donde se fundó el puerto de Ostia. A continuación vinieron tres soberanos etruscos: Tarquinio el Antiguo, Servio Tulio y Tarquinio el Soberbio.
Bajo el reinado de los inteligentes pero despóticos reyes etruscos se amuralló la ciudad de Roma y se secaron los pantanos mediante la Cloaca Máxima -gran alcantarilla-. También se construyeron templos, caminos y acueductos El último rey de Roma fue Tarquinio el Soberbio, un tirano que terminó expulsado junto a sus partidarios, en el 509 a.C., estableciéndose la República.

Cambio de escenario
En la República, desde fines del siglo VI hasta fines del siglo I a.C., el Estado no debería pertenecer solo a una persona, sino que debía ser de todo el pueblo. Sin embargo, este nuevo orden solo era liderado por los nobles o patricios.
Las divisiones sociales
Eran considerados patricios quienes pertenecían a una familia noble o gens y descendían de los fundadores y primeros pobladores de Roma. Solo ellos tenían derechos; poseían casi todo, tierra y ganado, y podían participar en la administración del Estado y en el ejercicio de los cargos sacerdotales. Tenían, además, un culto común a cada familia, y el jefe de ella (el pater familias) poseía potestad absoluta sobre todos sus miembros.
Las personas que no pertenecían a ninguna familia recibían el nombre de plebeyos. Pese a que eran la mayoría de la población, no tenían derecho a ser ciudadanos. Tampoco podían unirse en matrimonio a los patricios. La única diferencia la marcaba la fortuna, ya que los plebeyos ricos podían ingresar al ejército.
Muchos hombres libres que no poseían nada, o casi nada, preferían buscar la protección de algún patricio, a cambio de ciertas obligaciones (que en realidad eran mutuas). Recibían el nombre de clientes y su cantidad influía en el prestigio y fuerza del patrón.
En Roma también hubo esclavos, de diversos orígenes. Por lo general, ayudaban en el servicio doméstico o ejercían como preceptores de los hijos de la familia. También formaban parte del patrimonio (los bienes) de su amo.
Los comicios
Dentro de la organización política romana fueron fundamentales las asambleas llamadas comicios (ya existentes en la época de los reyes), las que eran dos: los comicios por curias, exclusivamente de patricios; y los comicios por centurias, de origen militar, en los que participaban tanto patricios como plebeyos, pues los últimos prestaban ya servicio militar a la par de los patricios. En los comicios por curias se discutían principalmente asuntos de tipo religioso, y en los comicios por centurias, cuestiones políticas.
El otro organismo fundamental (originado en la época de los reyes) fue el Senado, que se componía de unos 300 miembros vitalicios, en un principio solo de cuna patricia. Tenía a su cargo la dirección de la política internacional y la administración del Estado, estando, incluso, por sobre los comicios y los propios magistrados.
Como en la práctica los plebeyos no tenían mayor presencia en los asuntos públicos, tuvieron que luchar con firmeza para lograr alguna representación. Con la creación de los tribunos de la plebe consiguieron que estos los defendieran frente a los abusos del Senado y los magistrados. Los siglos V y IV a.C. estuvieron repletos de luchas reivindicativas, hasta lograr sus propósitos.
Las doce tablas de la ley
Uno de los mayores aportes de los romanos fue el derecho (ver glosario). Sin embargo, para que llegara hasta nuestros días hubo que codificarlo, porque hasta ese año, el 450 a.C., era transmitido oralmente; es decir, era consuetudinario.
Además, el conocimiento de estas normas era de dominio único de los patricios, que las podían interpretar a su antojo. Los encargados de escribir las nuevas leyes fueron los decenviros, que se inspiraron, entre otras fuentes, en la legislación ateniense. A estas leyes se les conoce con el nombre de las Doce Tablas.
Tiempo después (445 a.C.) se permitió el matrimonio entre patricios y plebeyos, gracias a lo cual surgió una nueva aristocracia, la nobilitia. Sus miembros podían ocupar altas magistraturas o ser parte del Senado.
Otro triunfo para la plebe fue que, en el año 366 a.C., uno de los cónsules debía pertenecer a sus filas. Y en el 300 a.C. logró la igualdad religiosa, al poder ser sus miembros elegidos para el pontificado máximo.
Roma contra Cartago
En el siglo III a.C., Cartago, colonia fenicia establecida en Túnez (Norte de África), era la potencia marítima que dominaba el Mediterráneo occidental. Hacía largo tiempo que Roma la veía como una seria amenaza a su pretensión expansionista. Así es que, cuando controló la península itálica, la atacó (264 a.C.). A este conflicto se le conoció como Guerras Púnicas y duró más de un siglo.
En la primera Guerra Púnica (264-241 a.C.), Cartago perdió las islas de Sicilia, Córcega y Cerdeña.
Sicilia fue la primera provincia de Roma cuya administración fue entregada a un pretor (magistrado romano inferior a un cónsul). Los provincianos eran considerados súbditos, obligados a pagar un tributo.
La segunda Guerra Púnica (218-201 a.C.) fue testigo de las hazañas del general cartaginés Aníbal, quien venció en Cannas a los romanos y llegó, junto con su ejército de elefantes, a las puertas de Roma, pero no pudo entrar en ella. Años más tarde, Aníbal fue derrotado por Escipión el Africano en la batalla de Zama, en el norte de África.
Cartago perdió su flota y sus territorios en Hispania. Con esto se asentó el predominio romano sobre el Mediterráneo occidental.
La tercera Guerra Púnica (149-146 a.C.) fue la última, ya que los romanos atacaron a la propia Cartago hasta que finalmente se rindió. La ciudad fue incendiada y los sobrevivientes vendidos como esclavos.
El territorio cartaginés se convirtió en provincia con el nombre de África y abasteció de trigo a Roma.
La República se extingue
A pesar de todo su poder y de haber conseguido numerosos territorios, imponiendo su dominio en gran parte de la cuenca mediterránea, a veces por la fuerza y otras mediante la diplomacia (ver glosario), Roma estaba desgarrada socialmente por dentro, sin que la República pudiera evitarlo.
Lo que pasó es que las riquezas que habían dejado los triunfos romanos fueron a parar a las manos de quienes ejercían el poder en ese tiempo: los nobiles u optimates. Ellos adquirieron grandes propiedades y terrenos y acumularon enormes fortunas al administrar las provincias, al igual que el orden ecuestre o de los caballeros, llamados así porque hacían el servicio militar en las centurias de la caballería.
Pero las guerras no produjeron los mismos efectos entre los campesinos, quienes, al ver sus tierras destruidas o al ser alejados de ellas, sufrieron graves daños. Por eso, muchos aldeanos se dirigieron a Roma buscando mejorar su vida; pero muchos perdieron sus bienes y no consiguieron trabajo. Su único tesoro era su prole, es decir, su familia, por lo que pasaron a ser llamados proletarios.
Compadecido de esta situación, Tiberio Graco, elegido tribuno de la plebe en el año 133 a.C., propuso que si alguien tenía más de 125 hectáreas de tierra, las sobrantes debían ser repartidas entre los pobres. Esto causó el disgusto de los optimates, quienes al ver que Tiberio era reelegido, lo asesinaron, dando inicio a un etapa de guerras civiles.
Cuando su hermano Cayo Graco fue nombrado también tribuno de la plebe, diez años después, su posición era más radical: quería suprimir el poder del Senado y acabar con la supremacía de los optimates. Su meta era una democracia como la de Atenas, totalmente igualitaria. Renovó la reforma agraria y logró que se aprobara la ley Frumentaria, que establecía la distribución de cereales a bajo precio entre el proletariado.
Posteriormente, Mario, un astuto general, tras ser elegido cónsul en el 107 a.C., comenzó a dirigir la política romana y abrió las puertas para que los proletarios formaran parte del ejército, que desde ese momento pasó a ser profesional, aunque seguían existiendo, para casos específicos, las milicias ciudadanas.
Los enfrentamientos entre los optimates y el llamado partido popular terminarían abruptamente cuando Sila, representante de la clase oligárquica -conformada por los ricos y nobles-, aniquiló al partido popular y se proclamó dictador (81–79 a.C.).
Hubo después otros conflictos civiles que pusieron en crisis al régimen republicano. Como las instituciones no funcionaban, se recurrió al poder militar, varios de cuyos exponentes aprovecharon de ganar terreno, como Pompeyo, un general famoso por sus triunfos en Hispania y África; Craso, el hombre más rico de Roma, y Julio César, de origen patricio y un genial orador. Para hacerse del poder del Estado y repartirse las tierras del imperio, los tres formaron un triunvirato (60 a.C.). Pompeyo obtuvo el proconsulado de Hispania, Craso el de Siria y César el de las Galias.
La figura de Julio César
De los tres personajes que formaron el triunvirato, fue Julio César el que más se destacó. Mientras Pompeyo se quedaba en Roma y Craso fallecía al poco tiempo, Julio César lideró la conquista de la Galia transalpina (58-52 a.C.). No contento con su éxito, invadió también Germania y Britannia, la actual Inglaterra. Estas victorias le merecieron el respeto y admiración a toda prueba del ejército, lo que no fue bien recibido por Pompeyo, quien había conseguido que el Senado lo nombrara cónsul, después de volcarlo a su favor.
Cuando en el año 49 a.C., Julio César recibió la orden de retornar a Roma, no quiso hacerlo. Con eso provocó un enfrentamiento con Pompeyo, al cual vencería un año más tarde (48 a.C.), en la batalla de Farsalia. Sin obstáculos en su camino, no fue difícil que el Senado lo designara como dictador vitalicio.
Consciente de la situación social, repartió dinero entre los pobres y les creó trabajo a través de un programa de obras públicas; repartió tierras a más de 80 mil ciudadanos y a los veteranos de sus legiones; fundó colonias en África, Hispania y las Galias; estableció los tributos que debían pagar las provincias y decretó que estos ya no fueran cobrados por los publicanos, sino por funcionarios responsables; perfeccionó el calendario etrusco, al que le agregó un año bisiesto cada cuatro años, creando el “calendario juliano”, que fue usado hasta 1582 d.C., cuando fue reemplazado por el calendario gregoriano, perfeccionado por el Papa Gregorio XIII.
Sin embargo, a pesar de que Roma disfrutaba nuevamente de tranquilidad y fortuna, Julio César fue asesinado el 44 a.C., debido a que era considerado un tirano por la nobleza, la cual se apoyó en Casio y Bruto, junto a otros nobles, para cometer el crimen.
Para llenar el vacío dejado por Julio César, el año 43 a.C. se formó otro triunvirato, esta vez integrado por Octavio, hijo adoptivo de Julio César, Marco Antonio y Lépido, jefe de la caballería.
Octavio se mantuvo en Roma a cargo de las provincias de Occidente, Lépido se dirigió a África y Marco Antonio viajó a Egipto, donde se casó con su reina, Cleopatra, convirtiéndose en un monarca oriental.
Esta situación fue usada por Octavio como pretexto para lograr su destitución y declarar la guerra a Cleopatra, a la que venció en la batalla naval de Accio (31 a.C.), apoderándose de su capital, Alejandría. Luego, convirtió a Egipto en una provincia romana.
Lépido se retiró, por lo que Octavio se adueñó del imperio.

Auge y caída
A pesar de que Octavio no tocó las instituciones republicanas, de todas formas concentró todo el poder en su persona al asumir la jefatura civil como tribunicio, reemplazando al tribuno de la plebe; el mandato del ejército y de todas las provincias como proconsular, y el de la religión, como pontífice máximo. Además, dejó para sí el derecho de seleccionar a los candidatos de las magistraturas que eran nombrados por la Asamblea Popular, y ser el princeps, es decir, el príncipe o primero en emitir el voto en el Senado.
Octavio también se arrogó el título de emperador (27 a.C.) con el nombre de Augusto, que significa “el sublime”, y le antepuso el nombre de su padre adoptivo, César.
Durante el gobierno de Augusto, denominado por los historiadores el siglo de Augusto o siglo de oro, hubo un gran desarrollo de las artes y literatura, con nombres como Virgilio, Horacio y Tito Livio. Sus sucesores (los Julio Claudios, los Flavios y los Antoninos) no tuvieron todos el mismo éxito, aunque hubo algún siglo de plata de la literatura (por ejemplo, Tácito está considerado entre los mejores historiadores romanos).
Luego el imperio fue cediendo ante las embestidas de los bárbaros procedentes del oriente, los persas, y de occidente, los germanos, durante el período de los emperadores Severos (193-235 d.C.).
Después de un tiempo de anarquía (235-268 d.C.) y el reinado de los emperadores ilirios (268-283 d.C.), asumió el control Dioclesiano (284-305 d.C.), que instauró la tetrarquía: un sistema de gobierno de cuatro, en el que dos Augustos elegían a dos Césares para que les sucedieran. Pero esta fórmula fue eliminada por Constantino (306-337 d.C.), quien dirigió al régimen hacia una monarquía de tipo oriental.
Además, al convertirse Constantino al cristianismo, declaró la libertad de culto en el año 313. También fundó una nueva capital en la antigua ciudad griega de Bizancio, que bautizó como Constantinopla.
Tiempo después, luego de que el emperador Teodosio falleciera en el año 395, el imperio se repartió entre sus dos hijos. Para uno quedó la parte occidental, con Roma como capital, y para el otro la oriental, con Constantinopla. Esta partición sería para siempre.
Los germanos provocaron la desaparición del Imperio Romano de Occidente cuando lo invadieron en el año 476. El imperio Bizantino de Oriente prosiguió, sin embargo, otros mil años, hasta que en 1453 Constantinopla cayó bajo el poder de los turcos musulmanes.

El mundo romano
¿Sabías que la sociedad en la que te desarrollas es muy similar a la de los romanos? Así es, la mayoría de las normas e instituciones que ellos crearon hace más de veinte siglos (2.000 años atrás) aún siguen vigentes. Para saber más sobre sus aportes, te invitamos a conocer la historia de Roma.
La principal razón por la cual el legado romano ha permanecido vigente fue su amplia expansión gracias a la conquista. Esto, porque los romanos fueron capaces de unir a todos los pueblos de la cuenca mediterránea bajo el poderío de su imperio, desde el extremo norte de África hasta la península Ibérica y Gran Bretaña, y desde el océano Atlántico al mar Caspio.
Los romanos heredaron la cultura griega o helénica y la mezclaron con la suya, la románica. De esta fusión surgió la denominada cultura greco-romana. El funcionamiento político, social y cultural de las sociedades occidentales actuales está basado en esta cultura.
El legado romano es muy amplio. Entre sus herencias destacan el alfabeto, el calendario juliano, el latín, idioma del que surgieron el español, italiano, francés y portugués; el derecho; las instituciones republicanas, que son la base de las democracias modernas; además de grandes obras arquitectónicas cuyo diseño aún es estudiado.
Durante el tiempo romano surgió también el cristianismo, duramente reprimido durante varios siglos, hasta que el emperador Constantino –convertido al cristianismo– instituyó en el año 313 d.C. la libertad de culto.

La fundación de Roma
El imperio romano nació en una península estrecha y alargada ubicada en el centro de Europa y el mar Mediterráneo, que hoy conocemos como península itálica –en la que se encuentra Italia– y que es claramente distinguible en un mapa porque su forma se asemeja a una bota.
La información que se tiene acerca de la fundación de Roma es incierta, ya que los hechos históricos se funden con la leyenda. Cuentan los textos que en los montes Albanos, al sudeste de la planicie latina y en la desembocadura del río Tíber, se creó Alba Longa, la primera ciudad de los latinos, fundada por Ascanio, hijo del héroe troyano Eneas y nieto de la diosa Venus.
La leyenda cuenta que, después de la caída de Troya, Eneas había llegado al Lacio y desposado con Lavinia, hija del rey latino. De ellos descendió más tarde Numitor, rey de Alba Longa que fue destronado por su hermano menor Amulio, quien para privarlo de descendencia y quedarse definitivamente con el poder asesinó a su hijo y mandó a su hija, Rea Silvia, al servicio de la diosa Vesta. Pero Marte se enamoró de ella y de su unión nacieron dos gemelos: Rómulo y Remo.
Al enterarse, Amulio ordenó que arrojaran a los gemelos al río Tíber, pero su servidor los colocó en una cesta. Debido al desbordamiento del río, las aguas depositaron a los gemelos al pie del monte Palatino, donde una loba –que habría sido enviada por Marte– los encontró y amamantó. Después los descubrió un pastor que los crió secretamente.
Años más tarde, los hermanos fueron reconocidos por Numitor, su abuelo, a quien le devolvieron su trono, tras derrocar a Amulio. Después de eso, decidieron fundar una nueva ciudad, que Rómulo estableció en el monte Palatino. Remo había escogido el monte Aventino, pero tuvo que ceder.
Rómulo trazó el límite de la ciudad con un arado. Remo, envidioso, quiso demostrarle su superioridad insultándole en público y saltando dicho límite. Rómulo se encolerizó tanto que se abalanzó sobre él y lo mató. Ese día, el 21 de abril del año 753 a.C. según el historiador latino Tito Livio, quedó instituido como la fecha de fundación de Roma.
La información histórica
Dejando de lado las leyendas, se cree que esta región fue poblada alrededor del 2000-1.500 a.C. por pueblos nómades que se fueron asentando con el paso de los siglos. Las aldeas levantadas en las siete colinas –Capitolio, Quirinal, Viminal, Esquilino, Celio, Aventino y Palatino– al sur del río Tíber, se unieron, talvez en el siglo VIII, creando Roma.
Basándose en las antiguas crónicas griegas y la exploración de algunos yacimientos, se cree que entre los siglos VIII y VII a.C. ya existía un mundo itálico muy diversificado y en plena evolución. Cuatro pueblos se repartían el territorio: los galos, que estaban en la llanura del Po, región llamada Galia Cisalpina; los etruscos o tirrenos, provenientes de Asia Menor, que se situaron en la región de la actual Toscana; los griegos que estaban al sur, en el Golfo de Tarento y en la isla de Sicilia; y los italiotas o itálicos, entre los cuales se distinguieron los latinos, que se asentaron en el valle del Tíber, en cuyas orillas nació Roma. En la parte occidental de Sicilia había algunas colonias fenicias bajo la dirección y protección de la ciudad de Cartago.

El período monárquico (753-509 a.C.)
Según la leyenda, Rómulo fue el primer rey y el fundador de Roma. Logró poblar la ciudad abriendo sus puertas a todos los aventureros de las inmediaciones, que llegaron en gran número. Sin embargo, faltaban mujeres y los pueblos vecinos se negaban a unirlas a ellos. Para revertir la situación, ofrecieron grandes juegos a sus vecinos, los sabinos, ocasión que aprovecharon para robarles sus mujeres. Esto fue motivo de una guerra, que culminó cuando las mujeres sabinas les pidieron a sus padres, hermanos y maridos que pusieran fin al conflicto.
Tras su unión con el pueblo sabino, Rómulo organizó el reino y creó el Senado.
Su sucesor fue Numa Pompilio, conocido como “el ceremonioso”. Era sabino y una especie de rey sacerdote que se decía inspirado por la ninfa Egeria. Reglamentó la mayor parte de las ceremonias religiosas, reformó el calendario y construyó el templo del dios Jano, cuyas puertas se cerraban durante la paz y se abrían cuando se iniciaba una guerra. Durante su reinado no fue necesario abrirlas.
Después reinó Tulio Hostilio o “el hostil”, que era romano. Fue un rey belicoso que incluso declaró la guerra a Alba Longa –capital de la región del Lacio–. Esta terminó con un duelo entre dos tríos de hermanos: los Horacios, del ejército romano, y los Curiacios, de Alba Longa. Los romanos triunfaron, con lo que la ciudad perdedora fue destruida y sus habitantes llevados a Roma. Desde entonces, el Capitolio reemplazó al monte Albano como centro religioso de los latinos.
El siguiente rey, Anco Marcio, también era sabino. Durante su mandato el territorio de Roma se extendió hasta el mar, donde fundó el puerto de Ostia y levantó una fortaleza sobre la colina de Janículo, al otro lado del Tíber, unida a Roma por medio de un puente de madera. También creó la prisión Mamertina, que aún existe.
A continuación vinieron tres soberanos etruscos: Tarquino el Antiguo, Servio Tulio y Tarquino el Soberbio.
Bajo el reinado de los inteligentes pero despóticos reyes etruscos se amuralló la ciudad de Roma y se secaron los pantanos mediante la Cloaca Máxima –gran alcantarilla–. Los romanos aprendieron a construir caminos, acueductos y edificios, adoptaron su sistema político y sus tácticas de guerra.
Tarquino el Antiguo fue un gran constructor. Edificó muelles, el Circo Máximo, destinado a los grandes espectáculos; la Cloaca Máxima, instalaciones sanitarias, y ensanchó y ornamentó el Foro, que era la plaza pública donde se efectuaba el comercio. Murió asesinado.
Servio Tulio rodeó la ciudad de un doble muro de quince metros de alto que abarcaba las siete colinas. Además, debido al aumento de la población, agrupó a sus habitantes en cuatro tribus, según el domicilio, y en siete clases, según la fortuna. De las seis primeras clases salía el contingente para el ejército, que estaba dividido en compañías de cien hombres llamadas centurias.
El último rey de Roma fue Tarquino el Soberbio, que estableció su supremacía sobre todo el Lacio y conquistó el país de los Volscos. Fue un tirano, sobre todo con los nobles. Terminó expulsado junto a sus partidarios, en el 509 a.C., y se estableció la República.
La República
La expulsión de Tarquino el Soberbio marcó el nacimiento de un nuevo orden político liderado por los nobles o patricios: la República. El Estado no debía de ser de uno, sino de todo el pueblo; debía ser “res publica”, término que en latín significa “cosa pública”.
La organización social
Los patricios eran los descendientes de los primeros senadores romanos establecidos por Rómulo. Constituían la ciudadanía romana, el “populus romanus”. Solo ellos tenían derechos; poseían casi todo, tierra y ganados y podían participar en la administración del Estado.
Eran patricios quienes pertenecían a una familia noble o “gens”. Esta comprendía a todas las ramas de una misma familia que tenían un antepasado común. Todos sus miembros llevaban el mismo nombre y reconocían como jefe al hijo mayor de la rama primogénita, que era el sacerdote del culto del antepasado. Era, por su nacimiento, el pariente más próximo al antepasado y por eso se llamaba padre o “pater”. Este era el jefe religioso, civil y militar; era el sacerdote y el rey en su familia y tenía derecho de vida o muerte sobre los suyos.
Muchos hombres libres que no poseían nada o casi nada, buscaban protección y un culto en los patricios, para lo cual se inscribían en las familias de sus protectores con el título de clientes, debiéndoles obediencia a quienes llamaban patrones. El patrón daba al cliente su asistencia, y en ciertos casos lo necesario para vivir. Así, una familia era un pequeño estado que podía comprender muchos cientos de personas, teniendo su jefe, su religión y sus usos particulares.
Las gens agrupadas en diez, constituían las curias, una familia más amplia que tenía un sacerdote y un templo. Existían treinta curias, cuya reunión formaba la Asamblea del Pueblo o Asamblea Curial, y en la que todo se decidía por medio del voto.
En forma paralela funcionaba el Senado, integrado por los jefes de las gens, es decir los paters.
Las personas que no pertenecían a ninguna familia, es decir, los clientes de familias extinguidas, refugiados, vencidos, artesanos, aventureros, comerciantes o campesinos, recibían el nombre de plebe. Pese a que constituían la mayoría de la población, eran casi como extranjeros, ya que no tenían derecho a ser ciudadanos. Tampoco podían unirse en matrimonio a los patricios, ya que la religión lo prohibía. La única diferencia la marcaba la fortuna, ya que los plebeyos ricos podían ingresar al ejército.
El ejército tenía una asamblea denominada Asamblea Centurial, que votaba la paz y la guerra. En esta instancia, los plebeyos podían votar pero no ser elegidos.
Con el tiempo, y no sin luchas, los plebeyos obtuvieron que hubiera quienes asumieran su representación y defensa. Estos fueron los tribunos de la plebe, que defendían a la plebe de los atropellos del Senado y los magistrados.
El surgimiento del Estado
El rey fue reemplazado por dos cónsules, que duraban un año en el cargo. Eran dos, para que no abusaran del poder, ya que cada uno podía vetar y anular las decisiones del otro. Mandaban al ejército y presidían el Senado y la Asamblea del Pueblo, que era la institución que los nombraba. Además, proponían las leyes y celebraban los sacrificios de la ciudad. Cuando dejaban su cargo, debían rendir cuenta de sus actos.
Los signos distintivos del poder de un cónsul eran la silla curul, de origen etrusco, la toga con bordes púrpuras, el cetro de marfil y los lictores, que eran sus guardias y al mismo tiempo los ejecutores de la justicia.
En tiempos de guerra o de una grave crisis externa se podía nombrar a un dictador en lugar de los cónsules. Todos debían someterse a sus órdenes, pero pasado el peligro debía renunciar y de ningún modo podía permanecer en su cargo más de seis meses.
El derecho y las nuevas libertades
En el año 450 a.C. se designó a diez personas, decenviros, para que codificaran el derecho, que hasta ese momento era consuetudinario (es decir, las leyes no estaban escritas; se transmitían oralmente). Además, solo eran conocidas por los patricios, quienes las interpretaban según su conveniencia, en desmedro de los plebeyos.
Las leyes fueron inscritas en doce tablas de hierro expuestas en el Foro a la vista de todos. Este fue el comienzo de la legislación romana aún vigente.
Poco después de la promulgación de la ley de las doce tablas, se permitió el matrimonio entre patricios y plebeyos. De la unión de los patricios con los plebeyos ricos surgió una nueva aristocracia, la nobilitia. Sus miembros podían ocupar altas magistraturas o ser parte del Senado.
En el año 366 a.C. se dispuso que uno de los cónsules debía ser de la plebe. A partir del 300 a.C. se logró la igualdad religiosa, obtuvieron el derecho a ser elegidos al pontificado.

La unificación de Italia
Después de la expulsión de los reyes etruscos, los romanos iniciaron su expansión en la península itálica. Lentamente, durante los siglos siguientes, fueron ganando cada uno de los territorios ocupados por otros pueblos fuera de la región del Lacio.
Primero se enfrentaron con los veyanos (396 a.C.), que estaban en la rivera etrusca del Tíber. Luego con los galos, que los sitiaron por siete meses en el Capitolio, y a quienes debieron pagar un tributo de mil libras de oro para ser liberados.
Pese a este retroceso, volvieron a emprender la conquista para obtener la Italia central. Quienes les presentaron grandes dificultades fueron los samnitas. Estas batallas se prolongaron desde el 343 al 290 a.C.
Faltaba solo el extremo sur, donde estaban los griegos, dirigidos por el rey Pirro, cuyo ejército tenía elefantes que los romanos no sabían combatir, por lo que fueron derrotados. Tras varias batallas (que se iniciaron el año 280 a.C.), Pirro decidió replegarse a Sicilia. En su siguiente embestida sobre Roma, los legionarios ya sabían lidiar con los elefantes, así que fue vencido en Benevento (275 a.C.). Con esto, los romanos se anexaron el Golfo de Tarento, completando el dominio de la península itálica.
Tras cada victoria se firmaban tratados especiales con las denominadas comunas. Algunas recibieron amplios privilegios, adquiriendo derechos al igual que los romanos; otras conservaron su autonomía, pero permanecieron bajo el dominio de Roma; y otras se convirtieron en confederadas, estando obligadas a proporcionar ayuda militar a los romanos.
Además, para asentar su dominio, Roma estableció colonias, que pobló con ciudadanos romanos y latinos. Eran plazas fortificadas ubicadas en lugares estratégicos y unidas por una red de caminos. Uno de los más importantes fue la Via Appia, que conducía de Roma a Capua y que después fue prolongada hasta Brindisi en el mar Adriático.

Las guerras púnicas
Una vez conquistada la península itálica, el siguiente paso de la expansión era enfrentarse con Cartago, colonia fenicia en Túnez (Norte de África), cuya influencia se extendía hasta Sicilia, con factorías en el sur de Hispania –España– y las islas de Córcega y Cerdeña.
Como potencia marítima, Cartago controlaba el Mediterráneo occidental. Los romanos no tenían una flota, pero sí un gran ejército.
A los enfrentamientos entre ambas potencias, que duraron más de un siglo, se les denomina Guerras Púnicas, ya que los romanos llamaban poeni a los cartagineses.
Primera Guerra Púnica (264-241 a.C.)
Como los romanos no tenían destreza naval, al principio sufrieron varias derrotas. Sin embargo, aprendieron rápidamente y construyeron una flota que les dio la victoria. Cartago hizo la paz, entregando las islas de Sicilia, Córcega y Cerdeña.
Sicilia fue la primera provincia de Roma cuya administración fue entregada a un pretor (magistrado romano inferior a un cónsul). Los provincianos eran considerados súbditos, obligados a pagar un tributo.
Córcega y Cerdeña se convirtieron en la segunda provincia.
El general cartaginés Amílcar Barca, para compensar la pérdida sufrida, se apoderó del sur de Hispania. Su obra fue continuada por su hijo Aníbal, quien se propuso vengarse de Roma.
Segunda Guerra Púnica (218-201 a.C.)
Esta guerra también ha sido llamada anibálica, por ser Aníbal su principal protagonista y héroe. Este se lanzó a la conquista de Italia con su ejército de elefantes, para lo cual recorrió Hispania y el sur de Francia, cruzando las cadenas montañosas de los Alpes y los Apeninos. En la batalla de Cannas (216 a.C.) obtuvo la victoria; sin embargo, no logró apoderarse de Roma.
Finalmente, Aníbal fue derrotado por el Escipión el Africano en la batalla de Zama (202 a.C.), en el norte de África. Cartago debió entregar su flota y sus territorios en Hispania, además de comprometerse a pagar un tributo de guerra durante 50 años y a no librar ninguna batalla sin la autorización de Roma.
Con esto se asentó el predominio romano sobre el Mediterráneo occidental. En Hispania se organizaron dos nuevas provincias.
Tercera Guerra Púnica (149-146 a.C.)
Los romanos nunca perdonaron a Cartago haber llegado tan cerca de Roma. Estaban convencidos de que debían ser destruidos, por lo que los atacaron. Los cartagineses resistieron tres años hasta que finalmente tuvieron que rendirse. La ciudad fue incendiada y los sobrevivientes vendidos como esclavos.
El territorio cartaginés se convirtió en provincia con el nombre de África y abasteció de trigo a Roma.
Otras conquistas
Como consecuencia de la segunda guerra púnica, Roma se anexó la zonas sur de Galia –Francia– e Hispania, donde estaban las fuerzas de Aníbal.
En el Mediterráneo oriental conquistó Siria (190 a.C.), que había dado asilo a Aníbal; Macedonia (168 a.C.) y Grecia (146 a.C.). Más tarde, en el 133 a.C., el rey Atalo III cedió el reino de Pérgamo en Asia Menor; también cayó Numancia, último bastión de los celtas. Ese mismo siglo terminó la conquista de Hispania y la Galia Narbonense (125-117 a.C.).
Los lugares conquistados fuera de Italia fueron divididos en 17 provincias: diez en Europa, cinco en Asia y dos en África. En las provincias pacificadas el gobierno o administración era ejercida por propretores, y en las que aún eran campo de batalla, por un cónsul o procónsul.
Quienes ocupaban estos cargos eran elegidos por los comicios centuriados –que eran las asambleas convocadas por los cónsules en el Campo de Marte, en la que cada centuria tenía derecho a un voto–, y eran la máxima autoridad en las provincias. Mandaban a las tropas y dictaban justicia. Ejercían su cargo de manera autónoma, siendo responsables únicamente ante el Senado y el pueblo romano.
Los provincianos no eran ciudadanos romanos. No gozaban del derecho latino; solo eran súbditos obligados a pagar impuestos regularmente, cuya recaudación estaba a cargo de los odiados publicanos, que arrendaban este derecho al gobierno romano.

El fin de la República
Roma se había extendido, abarcando la mayor parte de la cuenca mediterránea, por medio de la guerras y la diplomacia. Sin embargo, en forma paralela, en su interior habían surgido una serie de problemas sociales que no pudieron ser resueltos por la República.
Estas diferencias se produjeron porque los beneficios de las conquistas se los llevó la clase dirigente del momento: los nobiles u optimates, quienes adquirieron grandes propiedades y se enriquecieron administrando las provincias; y el orden ecuestre o de los caballeros, llamados así porque hacían el servicio militar en las centurias de la caballería. Estos se dedicaban a los negocios, se encargaban del aprovisionamiento de las tropas y del arriendo de los impuestos, con lo que conseguían enormes fortunas.
Así, las clases dirigentes se llenaron de lujos y riquezas, mientras los campesinos sufrían graves prejuicios. Las guerras los alejaron de sus tierras y devastaron sus aldeas. Por otro lado, el trigo proveniente de las provincias era de menor precio que el que ellos producían. Además, no había trabajo, ya que como consecuencia de las guerras, los terratenientes empleaban esclavos, que eran obra de mano más barata. Muchos propietarios pequeños y medianos tuvieron que vender. Así, el latifundio desplazó a la propiedad pequeña.
Muchos campesinos abandonaron el campo y se trasladaron a Roma, constituyendo el proletariado, que no tenía bienes ni trabajo. Su única riqueza era su prole; es decir, su familia. Además, había un gran número de esclavos, que eran los prisioneros de guerra.
Ante estas circunstancias, Tiberio Graco, elegido tribuno de la plebe en el año 133 a.C., propuso una ley agraria, que señalaba que nadie podía tener más de 125 hectáreas. El que se excediera, debía devolver tierras que serían repartidas entre los desposeídos. Cuando Tiberio fue reelegido, fue asesinado por los optimates, hecho que provocó el inicio de un período de guerras civiles.
Diez años después, fue elegido tribuno de la plebe su hermano, Cayo Graco. Su posición era más radical: quería eliminar el poder del Senado y terminar con el predominio de los optimates. Su meta era una democracia según el modelo de Atenas, absolutamente igualitaria. Renovó la reforma agraria y logró que se aprobara la ley Frumentaria, que establecía la distribución de cereales a bajo precio entre el proletariado.
Estas medidas generaron la violenta oposición de la nobleza senatorial, que logró que no fuera reelegido. Para no ser asesinado por sus enemigos, se hizo matar por un esclavo (121 a.C.); pero sus ideas no murieron, ya que Mario, un hábil general, comenzó a dirigir la política romana.
Tras ser elegido cónsul en el 107 a.C., dio a los proletarios la posibilidad de formar parte del ejército, que desde ese momento pasó, de ser milicia, a ejército profesional (107 a.C.), compuesto por mercenarios que debían prestar servicio militar por 16 años, a cambio de un sueldo y armas.
En los decenios siguientes se intensificaron los conflictos entre los optimates y el denominado partido popular. Este último sería aplastado definitivamente por Sila, que representaba a la oligarquía –clase conformada por los nobles y los ricos– y que se proclamó dictador (81-79 a.C.).
Antes de eso, hubo otros conflictos civiles: los confederados itálicos exigieron que se les incorporara al derecho romano (90-88 a.C.); la rebelión de los esclavos liderados por el esclavo Espartaco, que sacudió Roma por tres años.
La piratería en el Mediterráneo aumentó, con lo que peligraba el aprovisionamiento de Roma. El rey Mitridates de Ponto, en Asia Menor, se apoderó de la ciudad de Pérgamo, matando a 80 mil romanos en solo un día.

Los triunviratos
Columnas del Foro, centro de la vida pública en Roma.
Con todo lo anterior, era claro que el régimen republicano estaba en crisis. Como las instituciones fracasaban, adquirieron importancia las fuerzas militares y algunos personajes: Pompeyo, un general que había ganado fama por sus triunfos en Hispania y África; Craso, el hombre más rico de Roma, y Julio César, de origen patricio y un extraordinario orador. Los tres formaron un triunvirato (60 a.C.), con el fin de asumir el poder del estado y repartirse las tierras del imperio. Pompeyo obtuvo el proconsulado de Hispania, Craso el de Siria y César el de las Galias.
Pompeyo permaneció en Roma, Craso murió pronto, mientras Julio César emprendió la conquista de la Galia
transalpina (58-52 a.C.). Después atravesó el Rhin e incursionó en Germania; en sentido contrario, cruzó el Estrecho de Gibraltar, donde conquistó Londinum, el actual Londres. Estas campañas le dieron gran popularidad y el apoyo incondicional del ejército, lo que generó rivalidad con Pompeyo, quien tras reconciliarse con el Senado había sido nombrado cónsul.
En el año 49 a.C., Julio César recibió la orden de volver a Roma, pero desobedeció. Al año siguiente se enfrentó a Pompeyo y lo venció en la batalla de Farsalia (48 a.C.), tras lo cual hizo que el Senado lo nombrara dictador vitalicio. De hecho se convirtió en monarca, sin ostentar el cargo de rey. Durante su período, repartió dinero entre los pobres y se preocupó de generarles trabajo, para lo cual inició un programa de obras públicas; fundó colonias en África, Hispania y las Galias; asignó tierras a más de 80 mil ciudadanos y a los veteranos de sus legiones; fijó los tributos que debían pagar las provincias y decretó que estos ya no fueran recaudados por los publicanos, sino por funcionarios responsables; introdujo el calendario egipcio en Europa, al que le agregó un año bisiesto cada cuatro años, creando el “calendario juliano”, que fue usado hasta 1582 d.C., cuando fue reemplazado por el calendario gregoriano, perfeccionado por el Papa Gregorio XIII.
Si bien volvió la prosperidad y la paz, la nobleza veía en Julio César a un tirano, al que asesinaron bajo el mando de Casio y Bruto el 15 de marzo del 44 a.C.
El año 43 a.C. surgió un nuevo triunvirato, formado por Octavio, sobrino e hijo adoptivo de Julio César; Marco Antonio, su leal amigo; y Lépido, jefe de la caballería. Los tres asumieron el poder dictatorial y se repartieron el imperio.
Octavio permaneció en Roma a cargo de las provincias de Occidente, Lépido fue a África y Marco Antonio se quedó con el oriente y se trasladó a Egipto, donde se casó con su reina, Cleopatra, transformándose en un monarca oriental.
Octavio aprovechó esto para lograr su destitución y la declaración de la guerra contra Cleopatra. Triunfando en la batalla naval de Accio (31 a.C.), se apodero de su capital, Alejandría, y transformó a Egipto en una provincia romana.
Lépido se retiró, por lo que Octavio se adueño del imperio.

El imperio romano
Octavio respetó las instituciones republicanas, pero se arrogó tres poderes fundamentales: el tribunicio, es decir el poder civil, al reemplazar al tribuno de la plebe; el proconsular, esto es, el mandato del ejército y la autoridad absoluta sobre todas las provincias; y el de pontífice máximo, en el ámbito de la religión. Además, se reservó el derecho de proponer a los candidatos de las magistraturas que eran elegidos por la Asamblea Popular, y era el princeps, el príncipe o primero en emitir el voto en el Senado.
Octavio se hizo investir emperador (27 a.C.) con el nombre de Augusto, que significa “el sublime”. Además, le antepuso el nombre de su padre adoptivo, César.
El período de César Augusto fue de gran prosperidad, al igual que el de sus sucesores, los Julio Claudios (14-68 d.C.) –Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón – y los Flavios (69-96 d.C.) –Vespasiano, Tito y Domiciano–, alcanzando su apogeo con los Antoninos (96-192 d.C.) –Nerva, Trajano, Adriano, Antonino, Marco Aurelio, Vero y Cómodo–.
A partir de los emperadores Severos (193-235 d.C.), el imperio fue retrocediendo ante el avance de los bárbaros provenientes del oriente, los persas, y de occidente, los germanos.
Tras un período de anarquía (235-268 d.C.) y el reinado de los emperadores ilirios (268-283 d.C.), llegó al poder Dioclesiano (284-305 d.C.), que llevó a cabo las reformas del principado, convirtiéndolo en una tetrarquía: un sistema de gobierno de cuatro, en el que dos Augustos escogían a dos Césares para que les sucedieran. Sin embargo, este sistema fue abolido por Constantino (306-337 d.C.), con quien el régimen derivó hacia una monarquía de tipo oriental.
Constantino, convertido al cristianismo, instituyó la libertad de culto en el año 313 d.C. y fundó una nueva capital en la antigua ciudad griega de Bizancio, que llamó Constantinopla.
Unos años más tarde, tras la muerte del emperador Teodosio en el año 395 d.C., el imperio quedó dividido entre sus dos hijos. Uno recibió la parte occidental, con Roma como capital, y el otro la parte oriental, con Constantinopla como metrópolis. La división sería definitiva.
El Imperio Romano de Occidente dejó de existir en el año 476, cuando cayó bajo el dominio de los germanos. El imperio Bizantino de Oriente duró otros mil años más, hasta que en el año 1453, Constantinopla fue conquistada por los turcos musulmanes.
El legado romano
Ya hemos mencionado el derecho, el latín –que se convirtió en la lengua oficial de la religión católica– y el calendario juliano –que dividía el año en cuatro estaciones de tres meses cada una, con un total de 365 días y un año bisiesto cada cuatro años–.
La arquitectura
Fueron muy buenos constructores. En sus obras se nota la influencia de los etruscos y los griegos, a lo que le sumaron su sentido práctico al concebir una arquitectura básicamente utilitaria.
De los etruscos heredaron el uso de los arcos, la bóveda y la cúpula, mientras que de los griegos rescataron los tres órdenes arquitectónicos que se usaron para construir tanto columnas como edificios: el dórico, extendido por Grecia y Sicilia; el jónico, originario de Asia Menor; y el corintio, que es posterior a los anteriores al surgir en el siglo V a.C..
Algunas de las obras más importantes de los romanos fueron los acueductos, que cruzaban sus ciudades y que tenían por objeto conducir el agua hacia gigantescas termas; los arcos de triunfo y la columnas que conmemoraban las victorias militares; la basílica, que era un espacio abierto utilizado como palacio de justicia y centro de comercio; el Foro, plaza pública rodeada de pórticos, era el centro de la vida económica y política de la ciudad.
Los espectáculos se realizaban en los teatros y anfiteatros. El Coliseo tenía capacidad para 50 mil espectadores, mientras que en el Circus Máximo, más conocido como Circo Romano y donde se realizaban las carreras de carros, cabían 250 mil.
También hay que destacar la construcción de una red de calzadas, que eran carreteras rectas que unían Roma con el resto del imperio. La más conocida es la Via Appia. Además, de suma importancia fueron los baños públicos, que incluían piscinas para el baño, salas de masajes y gimnasio. Según se dice, en estos sitos se tomaban las decisiones más importantes.

Las civilizaciones americanas.
El origen del hombre americano
Desde Asia, a través del estrecho de Behring, pasaron a América los primeros inmigrantes hace aproximadamente cuarenta mil años. Esta hipótesis, ampliamente difundida y aceptada, afirma que esta ruta septentrional fue utilizada tanto por hombres como por animales, que se trasladaron desde la estepas siberianas hacia Alaska, en sucesivas oleadas.
El actual estrecho de Behring lo forman las aguas que cubren la plataforma continental que une a la península siberiana de Chukotsky con la península de Seward en Alaska. Esta plataforma, hoy sumergida, de una profundidad media de sólo 37 metros, constituyó una gran masa de tierra continua entre ambos continentes. Un testimonio se observa hoy en las Islas Diomedes, ubicadas en la mitad del estrecho, formando un verdadero puente. El estrecho de Behring, además, permanecía y permanece buena parte del año congelado y sólido, pudiendo por tanto cruzarse caminando de un continente a otro. Inclusive hasta la época actual pueden advertirse las semejanzas entre los Samoyedos de Siberia y los actuales habitantes de Alaska, el Norte de Canadá y Groenlandia.
Recordemos la identidad lingüística aún evidente entre los pueblos esquimales esparcidos alrededor del Artico en la América del Norte, todos descendientes de las últimas migraciones asiáticas. Hace 40 mil años los primitivos emigrantes se desplazaron desde Alaska hacia el Sur, bordeando los Montes Rocallosos, en busca de climas más propicios. Poblaron las llanuras centrales y las costas de California y Oregón en Norteamérica y Sudamérica posteriormente. Hay indicios de la presencia de indígenas en Santa Rosa, California, hace aproximadamente 30 mil años, y no existen dudas sobre la antigüedad de grupos humanos que se establecieron en México y Perú entre 20 y 25 mil años atrás.
Debido a la circunstancia de que los inmigrantes que atravesaron el estrecho de Behring lo hicieron cuando aún no se habían desarrollado las grandes civilizaciones asiáticas, solamente trajeron con ellos los avances culturales y las técnicas del Neolítico. En consecuencia no conocieron el arado, la rueda, el cultivo del trigo ni la construcción del arco arquitectónico. Sin embargo, en las decenas de miles de años que transcurrieron entre la ocupación por los asiáticos del continente americano y la llegada de los europeos, se diferenciaron los lenguajes indígenas y asimismo evolucionaron en forma distinta con avanzadas técnicas y otras manifestaciones culturales.
Debido al hecho de que los estímulos del medio ambiente geográfico fueron distintos, dadas las diferentes altitudes y latitudes, los grupos humanos amerindios alcanzaron distintos grados o niveles de desarrollo. Las diferentes condiciones actuaron sobre cada uno de estos grupos, ya sea obstaculizando o facilitando sus respuestas ante el medio ambiente. Algunos de ellos se mantuvieron en un nivel muy primario, especialmente aquellos que se localizaron en los extremos del continente, debiendo luchar contra una naturaleza hostil. Otros, en cambio, alcanzaron importantes logros, domesticando animales, cultivando maíz, levantando construcciones de piedra, modelando cerámica y estableciendo avanzados sistemas de convivencia social. Ejemplos de atrasadas culturas primitivas, fueron encontrados por los europeos entre los aborígenes australes. Por otra parte, civilizaciones avanzadas, en comparación a las anteriores e incluso a la europea en variados aspectos, fueron las del pueblo Maya en Yucatán y América Central, la Azteca en México y el Incanato en Sudamérica. Este último imperio, el Tahuantinsuyo o de los cuatro reinos, comprendió la superficie más extensa de todas, abarcando desde el Sur de Colombia hasta Chile Central (río Maule), Cuyo y Tucumán en Argentina, incluyendo a Ecuador, Perú y Bolivia Andina.
Respecto a las tesis de otras corrientes migratorias que habrían poblado el continente americano a través del Océano Pacífico, ésta constituye una realidad que debe continuar investigándose. La existencia de un número importante de similitudes en los cultivos, costumbres, expresiones del lenguaje y otros rasgos culturales entre los pueblos melanésico-polinésicos y los aborígenes americanos han llevado al convencimiento de la existencia de contactos, inclusive desde la Prehistoria. Sin embargo, no se han encontrado aún pruebas definitivas, subsistiendo especialmente dudas acerca de la dirección o sentido inicial de estos contactos: si llegaron desde la Polinesia hacia Sudamérica o viceversa.
Al respecto el etnólogo noruego Thor Heyerdalh, a fin de demostrar una de estas posibilidades de contactos entre la Polinesia y América, utilizando las corrientes oceánicas, preparó y dirigió una expedición. En la balsa"Kon-Tiki", Heyerdalh y otros cuatro investigadores noruegos efectuaron en 1947 la travesía entre el Perú y el archipiélago de Tuamotú en la Polinesia. La "Kon-Tiki" llevada por la corriente de Humboldt, la cual se inclina hacia el Oeste frente al Norte del Perú, inició la travesía en el puerto de El Callao el 28 de abril de 1947, logrando llegar al atolón de Raroia, en Tuamotú, el 31 de julio de 1947. Diez años después, la balsa Tahiti-Nui, navegó en sentido contrario el investigador francés Eric de Bisschop, uniendo la Polinesia con las costas chilenas. De Bisschop demostró asimismo que era posible la inmigración polinésica desde Oceanía hasta América, atravesando el gran Océano. Los malayo-polinésicos, eximios navegantes, recorrían hasta siete mil kilómetros sin escalar, cubriendo desde Nueva Zelanda, posiblemente su tierra natal, hasta las Islas Hawaii por el Norte, y desde Taiwán, frente a China, hasta la Isla de Pascua por el Pacífico Sureste.
Por otra parte, existe la tesis del antropólogo portugués Mendes Correia, quien sostuvo otra vía de inmigración hacia América desde Australia y Nueva Zelanda a través de las Costas antárticas del Pacífico y la península de la tierra de O'Higgins. Esta corriente migratoria, realizada cuando existían mejores condiciones, habría poblado la Tierra del Fuego y los canales australes. Sin embargo, esta tesis pareciera tener antecedentes poco convincentes y fundamentos débiles.
En consecuencia, respecto a la procedencia de los primeros pobladores del continente americano, ofrece pruebas más sólidas la tesis tradicional del origen asiático utilizando el "puente" terrestre-helado del Estrecho de Behiring, entre 40 y 45 mil años atrás. Igualmente, la transmisión de rasgos culturales a través de navegantes que atravesaron el Pacífico Norte Central, estableciendo contactos entre la Polinesia y América, constituye otra tesis digna de consideración, aun cuando debe ratificarse con nuevas evidencias; por otra parte, antiguas teorías de inspiración bíblica se defendieron hasta el siglo pasado. Asimismo, en las últimas décadas del siglo actual presumibles poblamientos y descubrimientos hebreo, vikingo, fenicio, vasco e hindú han constituido teorías que cada cierto tiempo se sostienen.

La civilización de Yucatán
En los territorios que actualmente corresponden a los países de Guatemala, Belice, parte de El Salvador y Honduras, y los estados mexicanos de Chiapas, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo, se desarrolló una de las culturas prehispánicas más importante de nuestro continente: la de los mayas.
Aunque el origen de este pueblo es un tanto desconocido, se cree que provienen del sur del actual territorio de Estados Unidos, y que, por tanto, descienden de los pobladores que llegaron desde Asia a América a través del estrecho de Bering.
Los mayas no eran un pueblo uniforme, sino una serie de grupos étnicos y lingüísticos integrados, entre los que se contaban los huastecas, los tzental-maya y los tzotzil.
La región en la que se establecieron se encontraba dividida naturalmente, por diferencias geográficas y climáticas, en:
• zona norte o septentrional. Corresponde a la parte norte y seca de la península de Yucatán, que comprende los estados mexicanos de Yucatán, Campeche y Quintana Roo;
• zona central, con características tropicales. Está situada en las tierras bajas de Guatemala, Belice, el oeste de Honduras y las selvas de Tabasco, Campeche y Chiapas en México; y
• zona sur, de territorio montañoso. Corresponde a las zonas altas de Guatemala, el sur de Chiapas, el norte de El Salvador y el noroeste de Honduras.
Cada una de estas regiones representó un momento específico de la historia de esta civilización. Nació en las tierras altas del sur, donde desarrolló sus principales características, en lo que correspondió a su etapa arcaica, que habría comenzado entre los años 2500 y 1500 a.C . Su máximo desarrollo fue en la zona central durante el período clásico (siglos III al IX d.C.). Algunos siglos después de que abandonaran la zona selvática, y tras una época de decadencia, la cultura maya resurgió en la zona norte, durante la etapa denominada posclásica (s. X al XVI).
Su imperio estuvo formado por un conjunto de ciudades que no estaban relacionadas o unificadas en un Estado central, ya que tenían instituciones y costumbres propias. Al mando de estas ciudades-estado estaban los Halach Uinic, después venían los jefes locales, consejeros, magistrados, otros funcionarios, la clase sacerdotal, comerciantes, artesanos, campesinos, y al último, los esclavos. Los de menor importancia eran los prisioneros de guerra, que usaban para realizar sacrificios humanos en honor a sus dioses, en especial durante el período posclásico.
En la medida que se desarrollaron, y luego de algunos desplazamientos territoriales, Tikal, Copán, Chichén-Itzá y Uxmal llegaron a ser las ciudades más poderosas. Producían bienes agrícolas y mantenían relaciones comerciales entre ellas.
Los mayas recibieron la influencia de las culturas mexicanas, pero también crearon un patrimonio que incluso ha sido catalogado como el más avanzado del mundo prehispánico. Desarrollaron una compleja escritura jeroglífica; un sistema numérico vigesimal, que incluía el concepto del número 0; construyeron templos piramidales escalonados, con una ornamentación muy rica; realizaron avanzados estudios astronómicos que les permitieron calcular los ciclos solar y lunar, el curso de Venus, predecir acertadamente eclipses solares y lunares. También estudiaron los solsticios y equinoccios, que determinan el inicio de las estaciones. Con todo lo anterior, desarrollaron un calendario más exacto que el actual.
Las manifestaciones más importantes de su arquitectura fueron los palacios de piedra ubicados en El Petén guatemalteco, pirámides y templos (Uaxactún, Uxmal, Chichén Itzá). En escultura sobresalieron Tikal, Copán y Palenque. En pintura, las más destacadas son las inscripciones jeroglíficas de los murales de Palenque, Bonampak, Uaxactún y Chichén Itzá.
Fueron politeístas (creían en varios dioses). Sin embargo, sus creencias evolucionaron a lo largo de su historia. Tenían una cosmovisión muy compleja, establecieron diferentes tipos y jerarquías de dioses y creían en la vida después de la muerte.
Cuando llegaron los españoles, las ciudades mayas se encontraban en desintegración. En 1546, estos lograron el control de la mayor parte de la península de Yucatán. Sin embargo, durante algún tiempo hubo algunos focos de resistencia a la conquista. El último bastión maya en la zona central, se mantuvo independiente hasta 1697.
Organización política y social
En términos generales, las ciudades mayas se dividían en dos sectores: uno urbano, en el que se encontraban los residentes del centro ceremonial, la clase dirigente, sacerdotes, artesanos y mercaderes, y otro rural, en el que habitaban los campesinos.
Cada ciudad funcionaba como un Estado ordenado jerárquicamente:
• Halach Uinic (Hombre Verdadero): era el soberano absoluto, la máxima autoridad política. Se encargaba de dictar las leyes, administrar justicia y organizaba el comercio. Gobernaba asesorado por el Gran Consejo, integrado por los principales jefes de aldea y sacerdotes. Era divinizado y en muchos casos tenía el cargo de supremo sacerdote. Vivía en un palacio rodeado de sirvientes y esclavos. Músicos, bailarines y una especie de bufones amenizaban sus momentos de esparcimiento.El cargo se traspasaba de padre a hijo. Si este aún era menor de edad, ejercía como regente el hermano del señor difunto.
• Ah cuch caboob: miembros del consejo asesor. Estos siempre estaban acompañados por ayudantes mensajeros, los kuleloob.
• Bataboob: jefes de las aldeas, que cumplían funciones civiles, militares y religiosas. Eran los encargados de mantener los lazos y obligaciones entre los campesinos y el centro ceremonial, especialmente en lo referido al trabajo tributario y el servicio militar.Eran elegidos por el sumo sacerdote de entre los miembros de la nobleza.
• Nacom: suprema autoridad militar, que se elegía cada tres años en relación a sus hazañas militares.
• Tupiles: guardianes, que velaban por el cumplimiento de las leyes.
• Ah holpopoob: jefes de los linajes, que cumplían las órdenes de los Ah cuch caboob.
Los bataboob constituían la nobleza hereditaria o almehenoob. No pagaban impuestos y eran como una corte real. Los funcionarios menores también gozaban de privilegios mientras ejercían sus cargos.
Cada funcionario llevaba implementos distintivos de su cargo: indumentaria, tocado, aros, collares, anillos. Los principales eran transportados en literas cargadas por esclavos, y recibían a la gente común sentados en una especie de trono.
La clase sacerdotal tenía un gran poder, ya que solo ellos conocían el desarrollo de las estaciones y los movimientos de los astros, de gran importancia en la vida económica maya. El sumo sacerdote (Ahuacán) poseía los secretos de la ciencia astronómica, redactaba los códices -libros- y organizaba los templos. Por debajo de él estaban los ahkin, encargados de elaborar los discursos religiosos; los chilán o adivinos, y los ahmén, que eran los hechiceros/curanderos.
Los sacerdotes eran la clase más culta, ya que sabían leer y organizaban el calendario mediante la astronomía y las matemáticas. Además, se dedicaban al estudio de la arquitectura.
Durante el período clásico, los sacerdotes detentaron el poder político, que posteriormente les fue arrebatado por los guerreros. La dignidad de supremo sacerdote tenía carácter hereditario.
Los artesanos y los campesinos constituían la clase inferior, llamada ah chembal uinicoob. Ellos debían trabajar y además pagar tributos a los altos dignatarios civiles y religiosos. Por lo general, los campesinos se encontraban en las selvas, agrupados en pequeñas comunidades. Vivían a bastante distancia del centro de las ciudades, pero cerca de los terrenos de cultivo.
Pese a la distancia, iban periódicamente al centro urbano, donde compraban bienes traídos desde el exterior, que intercambiaban por alimentos y trabajo. En los meses en los que no trabajaban en las labores agrícolas, acudían a ejecutar las tareas encomendadas por los dirigentes. Su trabajo permitió la construcción de pirámides, templos, palacios y otros monumentos que caracterizan a sus centros urbanos.
También asistían a ceremonias religiosas, efectuaban sacrificios personales y recibían la administración de justicia.
En el último nivel estaban los esclavos o pentacoob. Podían ser prisioneros de guerra (destinados a los sacrificios humanos), se compraban en las poblaciones vecinas o eran ladrones y asesinos que adquirían esa condición.

Las actividades económicas
La base de su economía era la agricultura, aunque su nivel de avance era mínimo. El sistema de cultivo, basado en rozas (quemas), provocó el fin del viejo imperio, tras la migración de la población por el agotamiento de los suelos fértiles.
Este sistema consistía en que, para cultivar, despojaban el terreno de todo tipo de árboles y plantas, que luego quemaban. Las semillas eran puestas en agujeros cavados en el suelo mediante palos puntiagudos. Agotada la tierra, debían mantenerla sin cultivar (en barbecho) durante unos años. Al mismo tiempo, debían limpiar nuevas zonas de la selva para el cultivo.
La agricultura estaba ligada a sus conocimientos de las matemáticas y la astronomía, lo que les permitía conocer el ciclo estacional para lograr mejores cosechas. Cultivaban maíz, judías o porotos verdes, calabazas, algodón, tabaco y algunos tubérculos (papas, camotes y yuca o mandioca).
También cosechaban cacao, tomates, ají, pimientos y vainilla, entre otros, y recolectaban frutas silvestres, como el aguacate (palta), papayas, guayabas, plátanos, etc. También practicaban la caza, pesca y domesticaban animales para alimentarse. No conocieron la rueda, el arado o la tracción animal.
Cuando las cosechas eran buenas, comerciaban los excedentes. Cada ciudad tenía recursos propios, por lo que se vieron obligadas a establecer un contacto comercial a través del cual lograron integrarse constituyendo una sola civilización, aunque desde el punto de vista político eran totalmente autónomas.
El intercambio se realizaba a través de rutas fluviales. Las embarcaciones transportaban, de un lugar a otro, pedernal, obsidiana, ámbar, lava volcánica, incienso, pieles, plumas y sal. Este comercio estaba en manos de la clase dirigente, que organizaba caravanas de esclavos, único medio de carga que conocían, para hacer llegar sus mercaderías a otras ciudades.
Como medios de intercambio empleaban plumas, semillas de cacao, cal, incienso, algodón, plaquitas de jade o esclavos.
La clase dirigente repartía estos bienes entre los campesinos, quienes a cambio le entregaban su trabajo y servicios.
Trabajaron la piedra, que utilizaron para construir armas, adornos e instrumentos de trabajo. Además, trabajaron la cestería y la alfarería.


La Cultura Diaguita
Esta Cultura surgió al final del primer milenio de nuestra era, una de las más conocidas de nuestro territorio norte.
Los diaguitas se extendieron en una vasta extensión territorial, dejando muchos testimonios de su presencia, particularmente en el valle de Elqui. Su organización era más compleja y se caracterizó por sus aldeas esencialmente agrícolas y la gran unidad étnica y cultural. (En la imagen:Jarro Pato, objeto perteneciente a la cultura Diaguita).
En nuestros días los diaguitas son reconocidos, fundamentalmente, por su alfarería de formas variadas (jarros zapatos y patos), y los platos de paredes, decorados con franjas geométricas de colores contrastantes: blanco, negro y rojo.
En su tiempo fueron grandes trabajadores del cobre, metal con el que hicieron adornos, pero también cuchillos, cinceles y anzuelos.
Otro material que utilizaron para sus instrumentos, fue el hueso, con el que confeccionaron espátulas decoradas con diseños zoomorfos (forma de animales) y antropomorfos (formas humanas).
Algunas características de su forma de vida
Los diaguitas utilizaron la piedra, no sólo para fabricar los típicos instrumentos de pesca y caza -puntas de proyectiles, cuchillos, raspadores- sino también para fabricar figurillas con forma humana o animal, puliendo la roca.
La cestería fue otra de las artes que desarrollaron los diaguitas con gran maestría, así como también la fabricación de textiles, algunos de los cuales, admirablemente decorados, pueden apreciarse en representaciones de algunas cerámicas.
Para esta cultura, como para la de todos los pueblos precolombinos, la muerte tenía un significado que demandaba un ritual especial. Sus tumbas, extendidas en el suelo, consistían en un rectángulo de rocas que rodeaba el cuerpo y, muchas veces, eran cubiertos por lajas que, a veces, formaban verdaderas criptas.
Subsistencia y desaparición
La sociedad diaguita tenía avanzados conocimientos agrícolas y los practicaban para su subsistencia, así como también la ganadería y la explotación de los recursos marinos, particularmente mariscos y pescados.
Con la invasión de los incas, que se produjo hacia 1.470, la cultura diaguita fue muy influenciada, particularmente en su cerámica y metalurgia. La mezcla cultural (proceso conocido como transculturación) terminó por producir un quiebre y finalmente su desaparición cuando llegaron los conquistadores europeos.

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